La ciencia(ficción) como dramatización política

A raíz de algunas lecturas, comentarios y conversaciones de bar en torno a lo que vengo llamando “mis problemas con el cánon de la ciencia-ficción”.


Anatomía de un caballo en Egipto, siglo XV (Biblioteca de la Universidad de Istambul)

La colonización del pasado: las palmeras

"Cuando crece al borde del agua, [la palmera] se llama k̄ari´a; la palmera precoz que da dátiles siendo todavía muy joven se llama mahtajina, y la muhajjna es el árbol hembra fecundado por vez primera por el polen de la palmera macho. Si da frutos en años alternos se llama sanh̄a´; si los dátiles caen, todavía verdes, cuando están empezando a madurar (busr), el árbol es una khaḍïra; si la parte baja del tronco presenta flecos deshilachados y la base de las ramas (karab) pierde la corteza, el árbol es un ṣunb̄ur (palmera vieja que da pocos frutos); si se inclina y hay que apuntalarla, la palmera es rujabiyya; si crece aislada de demás palmeras toma el nombre de ´aw̄ana. Cuando la palmera es todavía un mero brote se llama fas̄ila o wadiyya (brote joven de palmera). Cuando tiene tronco (jidh´), ha terminado su desarrollo y da frutos es jabb̅ara, y cuando es muy alto se llama raqla o ´ayd̅an."

Esta descripción proviene del "Fiqh al-Lugha", un texto árabe del siglo X que aparece referenciado en la “Historia General de las Ciencias” editada René Taton cuando ocupada el puesto de director del Centro Nacional de Investigación Científica de París, en la década de los sesenta. El extracto pertenece al capítulo dedicado a la ciencia medieval y, en concreto al papel inestimable que jugaron los intelectuales árabes en la difusión de los textos griegos que con ayuda de algunos términos siriacos intermedios tradujeron al latín. Estas traducciones, enriquecidas por (e interpretadas desde) la exuberancia de la lengua árabe, serán después recuperadas por los pensadores del Renacimiento para entrar a formar parte de los pilares de lo que hoy conocemos como ciencia moderna. Un trabajo que, según Taton, no fue estrictamente filológico, sino que “a menudo dió también motivo a investigaciones muy favorables para el desarrollo del espíritu científico: la identificación y verificación de conceptos”.


"Kitab al-Nabat" (Book of Plants) de Abū Ḥanīfa Dīnawarī (d.895 A.D)

Cuando compré la obra de Taton (por 7€ en un mercadillo, en una edición ochentera de 18 tomos con tapa dura, bastante fea) alguien me preguntó qué sentido tiene leer una historia de la ciencia escrita hace más de cuarenta años. La pregunta me sorprendió porque la respuesta me parece obvia. La historia (la Historia) no es una disciplina preocupada por contarnos lo que ha ocurrido en el pasado sino el modo en que nos contamos a nosotros mismos lo que ocurrió. Los relatos -mitificadores, fundacionales- sobre cómo hemos llegado a ser la civilización científicamente más avanzada de la historia de la humanidad son los mismos hoy que hace cuarenta años: la filosofía griega, la medicina alejandrina, la teología medieval, el alumbramiento renacentista, el racionalismo ilustrado, el descubrimiento del magnetismo y la invención de la electricidad, la teoría de la evolución, los rayos X, el psicoanálisis (¿el psicoanálisis?), la teoría de la relatividad, la bomba atómica, la cibernética, la genética, la computación. Toda historia es historiografía. Además de los contenidos, es interesante fijarse en el modo en que están presentados: todo -desde la organización cronológica y la ordenación de los capítulos hasta los registros de lenguaje, las referencias bibliográficas y las ilustraciones- nos habla de cómo nos hablamos, de cómo interpretamos el pasado y nos proyectamos hacia el futuro. Toda historia es narración, producción de ficciones concatenadas.

La descolonización del futuro: el mahdi

Otro texto: un breve ensayo del profesor en teoría poscolonial Salman Sayyid, publicado en la recopilación “Suturas y fragmentos. Cuerpos y territorios en la ciencia-ficción” (editada por el colectivo belga Constant vzw en 2004). En él, el autor nos propone una visión peculiar de la mitología política contenida en un clásico de la ciencia-ficción popular, la novela de Frank Herbert, “Dune”: cuando Paul Atreides, aclamado por los nativos del desierto del planeta Arrakis, proclama “Ustedes dicen que yo soy el mahdi, yo les digo que soy su duque”.

Dune es una obra influenciada por la estética del orientalismo. Según esta estética -que como toda estética incluye también una política- por un lado está el universo occidental, conocido y civilizado, aquél a partir del cuál se articula todo lo demás; y por otro, el universo oriental y más precisamente islámico: desconocido, exótico y hostil y cuya existencia se define en relación a y por oposición al anterior, que constituye el modelo de referencia. Esta estructura binaria preserva la relación etnocéntrica convencional: There is the West and there is the Rest. En este sentido, el universo de Dune, y la idea de futuro contenida en él, no propone nada nuevo: incluye el Islam, pero como herencia estática y subordinada, “como un mundo renacentista marcado por un legado islamizado del que reniega”.



Sin embargo, la dialectica entre la figura del mahdi y la del duque introduce un matiz, que Syyid interpreta como una posibilidad de ruptura con el orden establecido. El mahdi (دي “aquél a quien guía lo divino”) es una categoría del ordenamiento político islámico que rompe con todas aquellas jerarquías que no tengan su orígen en la virtud. El duque, por el contrario, denota un tipo de autoridad política propia de la organización feudal, basada en la ostentación de privilegios transmitidos por vía hereditaria al margen de los valores intrínsecos, éticos o morales de la persona a la que se otorgan. Mientras que la de duque es una posición mundana o terrenal, la del mahdi es de carácter, no sólo divino, sino mesiánico. Para Sayyid, la referencia a lo mesiánico, como categoría propia de lo trascendente (lo que va más allá), hace entrar al mundo islámico en la Historia y por tanto en el futuro, puesto que lo sitúa ante la posibilidad de participar de forma activa en la transformación del mundo pero también, y más importante, en las narrativas autorizadas de esas transformaciones. El mahdi surge así como figura transaccional que hace posible la restitución de la Historia a un pueblo históricamente privado de ella. El Dune de Herbert contendría entonces una subversión de la dramatización política contenida en la ciencia-ficción popular que invertiría la visión colonial de la Historia.

La recolonización del presente: el duque

Pero Atreides, ya lo hemos dicho, rechaza el título de mahdi, eliminando así la posibilidad de emancipación histórica del pueblo árabe y devolviendo el mundo de Dune a la lógica de lo colonial o más bien, de lo re-colonizado. El Islam es relegado al ciclo de la narración orientalista en la que sólo es posible imaginar un horizonte de transformación política en el marco de los registros señalados como occidentales. “Es interesante notar”, continúa Sayyid, “que en el vocabulario de la “guerra contra el terrorismo”, una de las partes se refiere al conflicto en términos cosmológicos: civilización, libertad, etc., mientras que la otra -a la que a menudo se critica que esté motivada por razones exclusivamente cosmológicas- habla en términos políticos concretos, como el fin de la ocupación israelí, del apoyo de Occidente a tiranos musulmanes, etc.”.

En su opinión, lo que el gesto de Atreides sugiere es que siempre “es preferible ser un soberano de segundo rango occidental a ser una figura no occidental, aún cuando esta pueda tener significación en el futuro del universo. [...] El coste de privilegiar al duque sobre el mahdi quiere decir, por supuesto, preferir el status quo a la posibilidad de un futuro más prometedor, pero en la era del consenso neoliberal, la falta de voluntad de los productores de Dune de pagar ese precio no debería sorprendernos. La consecuencia de todo lo expuesto es que la ciencia-ficción popular sigue retrasando la descolonización del futuro”.

Peluquería de hoy y de siempre: la guedeja



¿Os suena de algo el peinado de este señor? Efectivamente. Este corte de pelo, que las y los de aquí reconocemos de inmediato, no es ni un invento de la kale borroka ni un residuo estilístico del rock radical vasco, que en paz descanse. Es, según pude descubrir recientemente en la exposición que el Museo Vasco de Bilbao dedica a la fotógrafa Eulalia Abaitua, “el corte de pelo distintivo del cabeza de familia en el vizcaino valle de Arratia, que sobrevivó hasta los inicios del siglo XX”.

En román paladino de la calle Ronda, este peinado se llama “peinado borroka”, lo que no quiere decir que lo usen todos los borrokas, ni solamente los borrokas. Aunque popularmente se identifica con los ambientes de la izquierda abertzale, la guedeja es un accesorio de estilo con vida propia que salta de una cabeza a otra como los piojos, o como los memes (aunque a diferencia de estos, mutar, lo que se dice mutar, no ha mutado mucho). En cualquier caso, es un elemento innegable de nuestra cultura alternativa juvenil que -¡arrea! ¡esto sí que es una noticia!- hunde sus raices en la más genuina masculinidad vascongada.

Los que no sean de aquí (topos auto-referencial que sólo usamos los de aquí para no rompernos los cuernos con clasificaciones nacional-geográfico-administrativas, cada una más resbaladiza que la otra, en este país nuestro que es un laboratorio de performatividad del yo que riéte tú de la epistemología postcolonial transidentitaria), los que no sean de aquí, digo, seguramente no le verán la gracia por ningún lado. Espero que los de aquí sí se la vean, y rezo a todos los santos y a la Virgen de Begoña para que no se me ofendan.

Buscando en el Google descubro que no hay nada, absolutamente nada, de literatura sobre él, con excepción de un mensaje en forocoches (con foto ilustrativa de la versión actual, que es idéntica) y un texto en Kaosenlared.net que, bajo el título “Los hombres de Paco en Granada en busca del comando hippie” comentan una noticia publicada en los medios serios en 2008 según la cuál “Interior busca en Granada al comando de ETA que opera en Málaga por la facilidad de los terroristas para camuflarse entre el ambiente ‘hippy’ de la ciudad” (tal cual). Ni siquiera en la Inciclopedia se menciona, y eso que contiene una entrada denominada “Borroka” en la que se describe con precisón y “eusko humor” la vestimenta característica de los jóvenes alternativos vascos. Tampoco el diccionario de la RAE se hace eco de su significado real (que es el social) puesto que define el término guedeja simplemente como “mechón” o “cabellera larga” (aunque también lo identifica como “melena de león” lo que ya se aproxima más al corte de pelo del que estamos hablando). Sí aparece sin embargo en la web Reserva de Palabras, dedicada a los términos castellanos en vías de extinción, que lo recoge con las mismas acepciones que la RAE pero las completa con una cita de la novela de Juan Luis Cebrián "La rusa". (Al parecer, que una palabra salga en una obra literaria la hace existir pero que miles de jóvenes la honren en su manual de estilo aun si conocerla, no; curioso).

No me aventuro a interpretar la genealogía patriarcal de la palabra, desde la cabeza del “cabeza de familia” hasta hoy. No tendría ni la más remota idea de por dónde empezar. En todo caso tengo claro que, si el término está en vías de extinción, aquello a lo que hace referencia goza de una salud excelente. Y volviendo al tema de las zancadillas de la estética juvenil (lo de la revolución nerd y todo eso), animo a los cool-hunters que visitan este blog a proclamar desde ya para la próxima temporada “El regreso a las pasarelas de La Moda Guedeja”, con Doña Leticia y la otra como fashion-icon estelares. Adelante camaradas, si pudisteis con el palestino, con esto lo teneis chupao.

Laboratorio feminista ciberpunk



Lo de arriba (que se puede ver ampliado aquí) es mi respuesta a la invitación de la Mediateca del MUSAC a participar en las jornadas sobre software libre, arte y mujer que tuvieron lugar el pasado 12 de noviembre. Algunas precisiones:

En el esquema se me olvidó dibujar lo más importante: frente a la dicotomía software libre / mujer, me interesa más proponer otra: ética hacker / feminismo. A partir de aquí, planteo la pregunta de si es posible pensar en una ética hacker feminista y, en caso afirmativo, cuáles serían sus características, las más importantes de las cuáles, para mí son: el compromiso con el dominio publico y la idea de procomún; la relación con la comunidad; y la dimensión contra-cultural de la filosofía del software libre y la ética hacker (y digo contra-cultural en todos los sentidos de la palabra).

La reflexión se articula en torno a la idea de conocimiento autorizado: si la historia de la ciencia es (también) la historia de la legitimación de ciertas formas, ciertos canales y ciertos agentes de producción de saberes, me pregunto cómo desde el feminismo podemos proponer -y legitimar- otras formas, otros canales y otros agentes (subversivos, contra-culturales, emancipatorios). Es en definitiva, una reflexión sobre el modo en que se construye el conocimiento hegemónico y la posibilidad de formular tácticas de acción politica feminista en un entorno como el tecno-científico, abiertamente blanco, racionalizante y patriarcal. Frente al conocimiento autorizado, el pensamiento feminista dice: conocimiento situado, un concepto sacado de los escritos de Faith Wilding, que se opone al aislamiento del objeto de estudio y propone ponerlo a dialogar con otros parámetros y niveles de realidad (quién piensa, cómo, dónde, cuándo y para qué).

El esquema no incluye temas obvios como la relación entre género y sociedad del conocimiento o la presencia de mujeres en los equipos de programación. La razón es que me tocaba hablar en tercer lugar, después de dos personas que lo iban a explicar mucho mejor que yo: Carmen Castro, economista, activista del software libre especializada en políticas de género y autora de Sin Género de Dudas; y Miriam Ruiz, desarrolladora de Debian, editora de Barrapunto y asesora en temas relacionados con el software libre del Principado de Asturias. Lo mío puede ser leído como una nota a pie de página a sus presentaciones.

Empecé a trabajar sobre la intersección entre género y tecnología creo que en el año 2004, de modo que este esquema recoge algunas reflexiones que, o bien no había abordado entonces, o bien las he ido tratando de manera desordenada, entre conferencias, artículos, posts y demás. Para completarlo, recomiendo:
El programa de EnRE/Dades, géneros en red y acciones ciberfeministas, que organicé en Barcelona en 2004.
Los materiales del taller de ciberfeminismo que impartí en el Feministaldia 2005 y para Emakumeak en 2006.
El texto “Chúpame el código 2.0” publicado en la revista Zehar en 2007.
El texto “Notes on the Knowledge Economy from Cyberfeminism” , festival City of Woman de Ljubljana 2008.
El post “El deporte olímpico del e-waste” sobre la basura electrónica.
El post “¿Por qué las mujeres son como los pollos y los pollos como las mujeres?” sobre el trabajo de subRosa.
El post “Las políticas del cuerpo cibernético” sobre el trabajo de Beatriz Preciado en “Testo Yonki”.
La recopilación de textos históricos del ciberfeminismo de Mujeres en Red.