En el principio fue Norbert Wiener
miércoles, mayo 19, 2010 by ptqk
Hace exactamente 4 años, uno de los textos que escribí para uno de los doctorados que no he acabado nunca empezaba con una cita de Norbert Wiener, el papá de un concepto fundacional de toda una forma de entender nuestra relación con la tecnología. Un concepto que hoy suena a pantallas negras, MS-DOS y web sin metalinks, pero que nos hizo soñar tanto y tan bonito. Me refiero a la cibernética. Ya sé, soy una romántica, venir con esto ahora que lo que mola son los fenómenos emergentes es un anacronismo. Me da igual (y además, lenguajes aparte, ambas cosas están muy relacionadas).
La referencia a Wiener la saqué de un texto de Xabier Barandiarán, que era uno de los miembros del difunto e irrepetible Metabolik, el laboratorio hacker de Leioa. Xabier hablaba también de Donna Haraway, su teoría del cyborg, la arquitectura de los protocolos de información y la textura inevitablemente política del código informático como una gramática, como un sistema de signos. El texto se titulaba “Activismo digital y telemático. Poder y contrapoder en el ciberespacio. v.1.1” y todavía es una lectura 100% recomendable (y no sólo con interés arqueológico). Digo esto porque el mundo del que hablo ya no existe, se lo han tragado la dos-punto-cero, las redes sociales y la democratización (sic) del acceso a la tecnología, pero lo que se decía y escribía en aquellos canales IRC y aquellas listas de correo, sigue siendo imprescindible para comprender con cierta profundidad eso que llamamos sociedad del conocimiento (ya he avisado que me iba a poner vieja rockera).
Era de esperar pero me ha emocionado igual: el capítulo 6º de “El Siglo de la Biotecnología” de Jeremy Rifkin está dedicado a la cibernética y en concreto al proceso de mimetización entre el lenguaje de los ordenadores y el de la biología. Ambos se crearon aproximadamente en la misma época y se inspiraban mutuamente. Si Internet, con sus ramificaciones mutantes e inteligencias conectadas, se parece tanto a un sistema vivo, es porque la cibernética como lenguaje surgió a la vez que las modernas teorías sobre el funcionamiento de los organismos. Las metáforas y las palabras utilizadas para explicar ambos fenómenos son contemporáneas.
En 1953, siete años después de que unos ingenieros pusieran en marcha el primer ordenador que funcionó en la Universidad de Pennsylvania -el ENIAC- James Watson y Francios Crick anunciaron que habían descubierto la doble hélice del ADN, abriendo así la puerta a los secretos del mundo interno de la biología. Con metáforas y expresiones tomadas del nuevo campo de la cibernética y de las ciencias de la información, aún en ciernes, hablaron de la naturaleza helicoidal de los genes como de un código, programado con una información química que había que descifrar.
Rifkin parece sugerir que la influencia fue unilateral, del lenguaje cibernético hacia el biológico. Personalmente lo dudo porque es imposible saber en qué momento histórico exacto se genera una idea y la forma de expresarla. Me parece más prudente pensar que simplemente ambos grupos de conceptos surgieron a la vez, influyéndose el uno al otro. En cualquier caso, es a partir de ese momento cuando empieza a arraigar la idea de que la realidad no es una concatenación lineal de sucesos causales (a provoca b) como se pensaba desde la Ilustración sino una interacción dinámica entre elementos cambiantes. Por primera vez se empieza a pensar el mundo como un conjunto de sistemas de flujos integrados, que es precisamente como funcionan los organismos vivos y los ordenadores.
En el caso de la biología, este nuevo universo semántico tuvo una consecuencia concreta, también de orden semántico, pero no sólo. Hasta entonces para describir la actividad de los organismos los biólogos hablaban de “comportamiento” pero a partir de la emergencia de la cibernética empezaron a hablar de “rendimiento”. La diferencia es notable: no es lo mismo decir que algo “se comporta de manera x” que decir que “tiene un rendimiento x”. Mientras que comportamiento es una palabra descriptiva, rendimiento (que viene de la ingeniería) es un término valorativo, que introduce un juicio en términos de eficacia.
¿A dónde voy? A raiz de Soft Power estoy leyendo muchos textos científicos. Y claro, lo hago desde una perspectiva que no es la del hombre de ciencias ortodoxo sino la de la crítica cultural. La ciencia está convencida de que su manera de contar el mundo es absolutamente objetiva. Ya sabemos que no, que los proyectos de investigación cuestan mucho dinero y que sólo por eso, la decisión de qué se investiga y qué no, y en qué dirección (para probar qué cosas) está muy condicionada por las fuentes de financiación. Si te paga Bayer, más te vale encontrar algo que pueda comercializar, por poner un ejemplo idiota. Sabemos que la ciencia tiene, como todos los campos de saber, su contexto histórico, social, ideológico.
Pero es que además está el problema del lenguaje. Sólo podemos pensar lo que podemos imaginar y sólo podemos imaginar a partir del sistema de representación que ya tenemos. Cuando leo textos científicos me sorprende la fé casi religiosa con la que usan las palabras, como si un término pudiera contener completamente la realidad a la que se refiere. Es un debate filosófico (y poético) antiguo, pero al parecer la mayoría de los científicos que van por ahí describiendo el mundo lo desconocen. El problema es que los hombres de ciencia tienen mucho más poder que los filósofos que, a lo sumo, acaban dando clases de metafísica o si tienen suerte y mucho empeño, escribiendo algún libro que sólo leerán sus compañeros.
El libro de Rifkin está muy bien como introducción al biotech. Contiene muchísima información útil sobre lo que se está haciendo ahora en los laboratorios y sobre la génesis de la mentalidad biotecno-determinista. Sólo le falla que el hombre es un conservador que tiene la desvergüenza de no citar ni una sola vez a Donna Haraway que, junto con Wiener, es la otra referencia de cabecera para pensar el nuevo cyborg. Es una pena. Y ahora sí, me voy a tomar una cerveza.
El dibujo es de Jon Mikel, el participante más joven del taller de ingeniería celular do it yourself que hicieron las subRosa en Soft Power.
En el caso de la biología, este nuevo universo semántico tuvo una consecuencia concreta, también de orden semántico, pero no sólo. Hasta entonces para describir la actividad de los organismos los biólogos hablaban de “comportamiento” pero a partir de la emergencia de la cibernética empezaron a hablar de “rendimiento”. La diferencia es notable: no es lo mismo decir que algo “se comporta de manera x” que decir que “tiene un rendimiento x”. Mientras que comportamiento es una palabra descriptiva, rendimiento (que viene de la ingeniería) es un término valorativo, que introduce un juicio en términos de eficacia.
¿A dónde voy? A raiz de Soft Power estoy leyendo muchos textos científicos. Y claro, lo hago desde una perspectiva que no es la del hombre de ciencias ortodoxo sino la de la crítica cultural. La ciencia está convencida de que su manera de contar el mundo es absolutamente objetiva. Ya sabemos que no, que los proyectos de investigación cuestan mucho dinero y que sólo por eso, la decisión de qué se investiga y qué no, y en qué dirección (para probar qué cosas) está muy condicionada por las fuentes de financiación. Si te paga Bayer, más te vale encontrar algo que pueda comercializar, por poner un ejemplo idiota. Sabemos que la ciencia tiene, como todos los campos de saber, su contexto histórico, social, ideológico.
Pero es que además está el problema del lenguaje. Sólo podemos pensar lo que podemos imaginar y sólo podemos imaginar a partir del sistema de representación que ya tenemos. Cuando leo textos científicos me sorprende la fé casi religiosa con la que usan las palabras, como si un término pudiera contener completamente la realidad a la que se refiere. Es un debate filosófico (y poético) antiguo, pero al parecer la mayoría de los científicos que van por ahí describiendo el mundo lo desconocen. El problema es que los hombres de ciencia tienen mucho más poder que los filósofos que, a lo sumo, acaban dando clases de metafísica o si tienen suerte y mucho empeño, escribiendo algún libro que sólo leerán sus compañeros.
El libro de Rifkin está muy bien como introducción al biotech. Contiene muchísima información útil sobre lo que se está haciendo ahora en los laboratorios y sobre la génesis de la mentalidad biotecno-determinista. Sólo le falla que el hombre es un conservador que tiene la desvergüenza de no citar ni una sola vez a Donna Haraway que, junto con Wiener, es la otra referencia de cabecera para pensar el nuevo cyborg. Es una pena. Y ahora sí, me voy a tomar una cerveza.
El dibujo es de Jon Mikel, el participante más joven del taller de ingeniería celular do it yourself que hicieron las subRosa en Soft Power.