Google me mata

Lo que hacemos aquí


Traduzco libremente pero con amor a Kai Van Eikels en “From Archein to Prattein: Suggestions for an Un-creative Collectivity”, publicado en Rehearsing Collectivity. Choreography Beyond Dance, un formato de investigación interdiciplinar comisariado por Elena Bastieri, Emanuele Guidi y Elisa Ricci. El dibujo es de Ingrid Hora.

(...) `Si no puedo bailar no quiero ser parte de tu revolución´, un eslogan (falsamente) atribuido a Emma Goldman, ha sido repetido bastante estos últimos tiempos en el mundo del arte. Para mí, siendo alguien que ha pasado muchas noches más o menos paralizado en la periferia de la pista de baile, el problema, a la inversa, consistía en encontrar una revolución que no me obligara a bailar – o más precisamente, que no me obligara a unirme a el baile: un movimiento político cuya organización separara la participación de la disciplina de la danza que te obliga a interiorizar un compás, una medida objetiva a la que se espera que se someta todo el mundo.

(...) El cambio para mí vino cuando descubrí que hay otra manera de entender la participación.

(...) Dejé de buscar el colectivo adecuado – el colectivo que fuera bueno para mí y bueno conmigo, el colectivo en el que nadie me preguntara `Y tú, ¿qué haces aquí?´. El primer texto que publiqué sobre un tema explícitamente político analizaba las implicaciones de este `Y tú, ¿qué haces aquí?´ (una frase tomada de la película de Godard Éloge de l´amour), que obliga a todo el que quiere participar en el activismo político a detenerse y hacer una declaración en el borde informal y socio-performativo de una asamblea. Y dejé de buscar un colectivo que no me presentará su identidad colectiva en la forma de un compás, una regularidad rítmica objetivizada que confrontara mi deseo de participar con una afirmación autoritaria de `Así es como hacemos las cosas aquí´.

(...) En lugar de esta interminable búsqueda de la buena institución o evento colectivo en el que enrolarme, la idea de actividades colectivas dispersas y auto-organizadas me llevó a mirar hacia aquellas colectividades de las que ya formaban parte las varias cosas que yo hacía.

(...) Una investigación de las dinámicas que Kevin Kelly ha llamado `swarming´ (enjambre) y Howard Rheingold `Smart Mobs´ (multitudes inteligentes), y a las que Clay Shirky se ha referido con la burda pero no del todo inapropiada expresión de `Here comes everybody´ (aquí viene todo el mundo), me llevó hacia un desplazamiento de paradigma en mi forma de pensar el “muchos”.

(...) Este desplazamiento no es sólo del colectivo a la colectividad, esto es, de una entidad representada a sus efectos organizacionales, sino también de la participación entendida como expresión de ser parte hacia la participación entendida como partes de mí, cosas que hago o partes de cosas que hago, sincronizándose con cosas o partes de cosas que hacen los demás.

(...) La sincronización es el proceso de afinar diferentes ritmos de movimiento o acción; un proceso que es mutuo y que nunca puede ser asociado con un único origen (a diferencia otras formas de influencia que se producen en una sola dirección, como la resonancia). La sincronización ocurre entre `osciladores´, es decir agentes que generan cada uno de ellos ritmos individuales. La sincronización necesita un medio que transmita la información en todas las direcciones entre todas las partes implicadas.

(...) Aunque en su acepción convencional, la palabra `sincronicidad´ se usa en el sentido de coincidencia temporal exacta, es importante señalar que la sincronicidad auto-inducida nunca lleva a una perfecta uniformidad sino que mantiene siempre una diferencia entre los ritmos, aunque esa diferencia sea muy sutil o por debajo del umbral de nuestra percepción.

(...) Los procesos de sincronización no crean una entidad de un nivel superior, que convierta a los agentes sincronizados en partes de una totalidad que sea algo más que las partes que la componen. Por ello, las constelaciones colectivas que emanan de este tipo de procesos son transitorias y reversibles. 

(...) La participación mediante sincronización no me involucra como un todo, como una entidad que puede ser parte integral de una entidad mayor. Me involucra como una ´individualidad divisible´ por tomar las palabras de Bertold Brecht: como alguien cuyo modo de existencia, de atención hacia el mundo y hacia sí mismo, es el de la distracciónPorque mi atención siempre estará dividida, por mucho que intente concentrarme, lo que hago siempre tendrá que ver con muchas colectividades a la vez. Parafraseando a Heinrich von Kleist, se puede decir: no soy yo quien participa con una parte de mi atención, sino más bien una cierta parte de mi atención que performativiza la participación.

(...) La respuesta a la odiosa pregunta `Y tú, ¿qué haces aquí?´ es: Lo que yo hago aquí es parte de lo que constituye este aquí.

Globish to speak all.

Los idiomas más hablados en Berlin son tres. 
1. El alemán, a veces con acento berlinés, a veces confundido con dialectos. 
2. El turco, con varios acentos, de varias regiones. 
3. El globish, con el que nos comunicamos los que carecemos de una lengua materna en común, hermanados en el uso de ese idioma-puente, lingua franca de la contemporaneidad que todos, solidariamente, hablamos igual de mal.


El globish cutre que fabricamos en las calles es una lengua plástica y elemental. Una lengua de situación, a veces de emergencia. La base es siempre la misma: los restos del inglés de la escuela. Esto después se implementa con injertos de diversa procedencia, a menudo expresiones wannabe-yankees malamente copiadas de las canciones y los telefilms (así es como la riqueza de nuestra lengua para el insulto, por ejemplo, solo igualada según dicen por el ruso, queda reducida a un banal y monótono uso del término fuck: fucking tal, fucking cual). Sobre este andamiaje, precario pero compartido, ya cada cuál imprime su carácter, dependiendo del arrojo y el color regional. El ridículo es libre, personal e intransferible. Palabras, pronombres, artículos, sufijos, prefijos y conjugaciones, entonaciones, acentos, giros e insólitas aventuras sintácticas se mezclan con la base de inglés inicial, ya de por sí quebradiza.

Aquí es donde empieza la fiesta. La argamasa resultante nos la copiamos unos a otros con alegría, cada cual añade a sus propios barbarismos, que solo tienen sentido como traducciones literales de su propia lengua, los de los demás, que cobran sentido por acumulación y empatía. Así, a fuerza de sometimientos verbales, repetidos y consolidados por el uso, nuestro globish se fortalece cada día. Y cada día también se aleja más de lo que hablan los native English speakers, a los que nadie entiende un carajo.

Mary Louise Pratt llama a esto una lengua de contacto: 

“El término contact language se refiere a las lenguas improvisadas que desarrollan entre sí las personas con diferentes lenguas maternas que necesitan comunicarse de forma coherente. Me interesa poner en primer plano la parte de interacción e improvisación de los encuentros coloniales, tan facilmente ignoradas por los relatos de conquista y dominación. La perspectiva del contacto enfatiza cómo los sujetos se constituyen en y a través de sus relaciones con los demás, aborda las relaciones en términos de co-presencia, interacción, entendimientos y prácticas entrelazadas, a menudo en el marco de relaciones de poder radicalmente asimétricas.”

Un tipo de contact language es por ejemplo el créole, el magnífico créole. Una maravilla lingüistica nacida con la invasión europea del Caribe y conocida colonialmente como el dialecto negro del francés. El créole (en francés, que no significa exactamente lo mismo que criollo ni que pidgin) está compuesto por una estructura gramatical francesa, o sea latina, junto con un vocabulario proveniente de, que se sepa, siete lenguas africanas. Hoy se habla en diferentes dialectos, cada uno de ellos fruto de la mezcla con distintas modalidades dialectales de francés tardomedieval. Pese a su origen esclavo el créole posee una cultura escrita, una tradición literaria y una fabulosa cadencia sonora que lo hace particularmente atractivo para el rap.

Las lenguas de contacto son mutantes, imprevisibles y pegajosas. Son el fruto ilegítimo de las mezcolanzas culturales de rango menor. Su reproductibilidad y capacidad de innovación hacen de ellas la pesadilla de los esencialistas de todo pelaje: los lingüísticos, los étnicos, los futbolísticos o los culinarios (estos son los más desdichados). Pero sobre todo las lenguas de contacto reflejan relaciones de poder. Relaciones que no siempre se resuelven a favor del idioma dominante, que con frecuencia acaba doblegado y apenas reconocible, transformado en un puré.

Con el globish, que crece imparable, ha habido varios intentos de poner orden.



El primero, en 1998, cuando Madhukar Gogate presentó ante la Simplified Spelling Society de Reino Unido una versión artificial del inglés, simplificada en la fonética y la ortografía. Así por ejemplo, he is fine se conviertía en hee is fain; eat it quickly en eet it kwikli; the world wants peace and prosperity en tha world wants pees and prosperiti. And sou on. Tras la tentativa de Gogate, que no tuvo gran éxito, fue el turno del diplomático francés Jean-Paul Nerrière quien en 2009 publicó “Globish. The World Over”, un libro que dió carta de naturaleza a una segunda versión simplificada, esta vez sin missespelings pero limitada a 1.500 palabras, suficientes según Nerrière para hacerse entender.

La última tentativa la está impulsando la mismísima Wikipedia. Lo habreis visto ya en el margen izquierdo de su sitio web: Simple English Wikipedia. Para children, students y adultos que aprenden inglés. Bueno, se agradece pero no es exactamente el enfoque que nos interesa. Uno está aprendiendo todo, toda la vida. No creemos en las lenguas acabadas.
Este texto aparece en un fanzine editado por el colectivo Erreakzioa-Reacción con motivo de la propuesta Erreakzioa-Reacción. Imágenes de un proyecto entre el arte y el feminismo en el MUSAC de León. Junto con el fanzine, Erreakzioa-Reacción presentan también una instalación para el espacio Vitrinas del museo en la que revisan su trabajo desde 1994, a caballo entre la práctica artística, la teoría y el activismo feminista. Todo ello ocurre de manera simultánea a la exposición colectiva Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010 que puede visitarse hasta el 6 de enero del año que viene. 

En él, como se aprecia en el título, regreso a uno de mis básicos, el cruce entre tecnología y feminismo, para intentar responder a algunos de los interrogantes contenidos en la sentencia que lo abre: "No se puede ser ecofeminista y ciberqueer al mismo tiempo"

Es esta una disyuntiva falsa y que nos limita. Pero una disyuntiva a la que se llega sin demasiada dificultad manejando las teorías que hoy muchas de nosotras tenemos bajo nuestras manos. ¿Necesitamos más teorías? En mi opinión, nos sobran. Tal vez lo que nos hace falta es formular otras preguntas, añadir nuevos elementos a las preguntas que ya tenemos, revisar los elementos que se nos han quedado viejos (y descartarlos sin complejos), cambiar de aires, cambiar de prioridades o cambiar de vocabulario. 

No consigo nada de esto, ni de lejos. Modestamente intento un despeje de terreno (para uso propio, en primer lugar) aún a riesgo de pringarme de barro hasta las rodillas, que es lo que acabo haciendo al final. 

Necesito y agradezco feedback. 

El texto se lee aquí mismo y se descarga pinchando en el título: 




dOCUMENTA (13) - Diario de viaje #3

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Esta es la 3ª y última parte de mi diario de viaje de dOCUMENTA (13).
Diario de viaje #1
Diario de viaje #2 

Geoffrey Farmer con recortes de LIFE; diskettes de Erki Kureniemi; Juke-box de Susan Hiller.

Toda la cultura es cultura popular y todo el arte es artesanía. Linternas mágicas de la Ilustración, cajas de casettes customizadas con pegatinas, fiestas de disfraces y campeonatos de juegos, terracotas milenarias, delicados teatros de sombras chinas, baladas entonadas a capela. O, como dice una de las Hermanitas de Jesús cuando Andrea Büttner le pregunta por su labor en el parque de atracciones de Ostia donde, en la estela de la más arraigada tradición circense, comparte su vida con feriantes, artistas y charlatanes ambulantes: “Nosotras somos artesanas de la fiesta”.

En la selección de obras y el modo en que están dispuestas, Carolyn Christov-Bakargiev mezcla sin complejos técnicas y tradiciones artísticas de todas las épocas y todos los estatus. Asocia los mecanismos entre aprendidos y espontáneos del lenguaje visual con un manual de instrucciones básicas para desenvolverse en sociedad, el coleccionismo de arte con la acumulación iconográfica de Google Images, la curadoría y otras formas de producción cultural con el viejo y noble oficio de contar historias alrededor de una hogera. No es tanto ambición enciclopédica, como voluntad panorámica. [Seguir leyendo Diario de viaje #3]