Entrando en Berlin: por atrás y hacia el este

Aunque no nos guste nos introducimos en Berlín como turistas, fascinados por el peso gigantesco de su pasado que es también la historia reciente de una parte del mundo, al menos del que nos pilla más cerca. Y sin querer nos hemos visto atraídos como moscas tontas por la programación cultural más mainstream y veraniega, pensada especialmente para los que buscan la esencia de la ciudad en experiencias museísticas de corto alcance (no nos importa, somos guiris y disfrutamos como cerdos).

En Berlin hacer el guiri significa mirar hacia atrás del siglo XX y hacia el este. Así que nos lanzamos a la Martin-Gropius-Bau muy cerquita de la reconstruida Potsdamer Platz a ver una muestra del constructivista ruso Alexander Rodtschenko y otra del fotógrafo, ruso y judío, Jewgeni Chaldej.

>> "Berlin. Sinfonía de una gran ciudad" de W.Rutman (1927)


La de Rodtschenko nos ha gustado tanto que nos hemos llevado el poster a casa. Su historia es la de casi todos los artistas soviéticos surgidos con la revolución: la de las vanguardias rusas. Aquellos primeros años post-octubre 1917 estaban todos muy cachondos con las posibilidades creativas del nuevo mundo: ¿cómo dotar a la sociedad industrial de un lenguaje adaptado a la filosofía y la estética de las máquinas, sus ritmos y sus movimientos? Es historia del arte. Formado como pintor, Rodstchenko se pasa pronto al collage, el diseño gráfico y la fotografía. Hace retratos, ilustra revistas y libros, diseña carteles, experimenta con las líneas, los ángulos y el punto de vista. De este época son sus publicaciones en la revista LEF (Frente de Izquierda de las Artes, más tarde Neu Lef) y sus muchas colaboraciones con el enigmático y sexy Mayakovsky.

Portadas diseñadas por Rodstchenko.

A medida que la burocracia soviética se organiza Rodtschenko y sus amigos empiezan a perder su libertad creativa. A finales de los años veinte Rodtschenko es llamado al órden y criticado por su “arte burgués”, excesivamente formalista, alejado de los temas y criterios de representación que exige el nuevo realismo soviético. Le piden que se deje de experimentar con las diagonales y se centre en la fotografía documental.
Comienza entonces una época dedicada a cubrir diferentes actos oficiales: celebraciones, competiciones deportivas, desfiles, obras públicas y propaganda militar. Pero lo hace con el mismo talento y de nuevo será rechazado políticamente por el stablishment de la URSS. Hasta el final, y a pesar de las muchas críticas que recibe, consigue mantenerse en la cuerda floja, esquivar la censura y seguir desarrollando su obra, pionera de la fotografía artística y el diseño gráfico.


J. Chaldej

La de Jewgeni Chaldej es una historia muy distinta. Ruso judío, su madre fue asesinada en un pogrom y su padre y sus hermanas en un campo de exterminio nazi. Fue uno de los fotógrafos oficiales de la URSS durante la segunda guerra mundial y la guerra fría. Es el autor de la famosa foto de la bandera rusa en el Reichstag, en mayo de 1945, el día en que los soviéticos entraron en Berlín. El humo y los incendios que se ven al fondo son de otra foto: él los añadió para dar “mayor dramatismo” a la escena.


Mayo de 1945, el Reichstag se rinde a los soviéticos (J. Chaldej)

De hecho, muchas de sus fotografías son montajes que él consideraba “retoques” destinados a reconstruir la realidad. Si no había podido captar el momento en que los aviones soviéticos bombardeaban un objetivo, no importaba, los añadía después. Otras imágenes, entre las más populares de la segunda guerra mundial, también son suyas como los retratos de Göering durante el proceso de Nuremberg o muchas escenas de vida cotidiana en una Alemania derrotada y en ruinas. Recibió un montón de homenajes en vida y murió en 1997.


J. Chaldej

También hemos descubierto que la peli muda “Berlin. Die Sinfonie der Groβstadt” (1927) de Walter Ruttman queda muy bien con la música de los rockeros industriales Entuertzende Neubaten!
La otra razón por la que me interesa especialmente el Ars Electronica de este año es que esta edición lleva por título “A New Cultural Economy: The Limits of Intellectual Property” y comprende dos días de seminario sobre el asunto.

El discurso de la propiedad intelectual es casi congénito de las artes digitales pero hasta ahora el debate estaba muy centrado en la autoría (y sus correlatos: licencias, agencias de gestión de derechos, piraterías y demás). La diferencia es que ahora ya no se trata sólo de gestionar la autoría, la copia o la distribución del conocimiento sino de una “nueva forma económica” que está surgiendo a escala global, y en la que que la autoría es sólo la punta del iceberg.




Decir “economia” es hablar de la forma en que se produce, se distribuye y se gestiona la riqueza, que hoy es esa mezcla de conocimiento+creatividad (que se llama innovación).
Cómo se crea, quién la posee, quién la compra, en qué condiciones se vende, dónde, por qué, para qué y por cuanto. Y esto por supuesto es hablar de política (aunque el texto curatorial de Joichi Ito, comisario jefe del festival, no haga uso de la palabra). Decir “nueva economía” (aunque sea “cultural”) es decir que esa riqueza existe en el marco del mercado neoliberal global. O sea, un mercado basado en la libre circulación de bienes, servicios y dinero sin ningún tipo de control (y la circulación cada más limitada de las personas). ¿Qué pasa cuando esto se traslada a la cultura (y la comunicación y la socialidad)?


Cada vez que chateamos Google hace caja.

Ultimamente circulan por la red algunos textos interesantes que abordan la propiedad intelectual desde esta misma perspectiva (económica, histórica y global). Pero que lo haga el Ars Electronica tiene otras consecuencias porque supone abrir el debate en otro plano, el de la liga profesional de la cultura electrónica. Posiblemente la orientación de Ars Electronica eludirá la dimensión más política y conflictiva. No importa. El asunto está ahí. Y el seminario se emite en directo en streaming en la red.
Este es el año perfecto para acudir al Ars Electronica por varias razones. La primera, como ya apuntaba hace un par de meses JL de Vicente, es que en esta edición los Golden Nica han ido a parar a un montón de proyectos españoles premiando -lo dice JL y es bien cierto- más las trayectorias que las obras o piezas concretas. Es un signo de que también los criterios con los que se valoran las artes están cambiando y el discurso procesual (“importan los procesos, no los resultados”) empieza a salirse del marco teórico y plasmarse real y efectivamente en el terreno del reconocimiento público.


No es una mesa camilla, es Reactable y hace música.

En este artículo publicado en Think Tank JL explica detalladamente las obras premiadas: Reactable, Freesound Project (ambas desarrolladas en universidades catalanas, algo que también merece la pena destacar teniendo en cuenta que el I+D sigue siendo un sector poco desarrollado en nuestro país) y sendos proyectos ("Augmented Sculptures" de Pablo Valbuena y "Levelhead" de Julian Oliver) realizados al amparo del Medialab Prado de Madrid, posiblemente la primera institución española en apoyar decididamente el trabajo de artistas e investigadores digitales cuando los centros de arte más convencionales no daban un duro por ellos.


Y esto es "Levelhead" de Julian Oliver, producido en Medialab Prado.

Así que sí, es una alegría. Y no por algún tipo de proyección patriotica (¡dios me libre!) sino por razones puramente prácticas. Esperemos que con el precedente de semejantes premios “internacionales” políticos y gestores de la cultura se animen a favorecer la creación digital con mayor audacia (y mayores inversiones, infraestructuras y programas de investigación). ¿Nos vemos en el próximo ARCO? ;-)

El deporte olímpico del e-waste

Menudo espectáculo de hipocresía global al que estamos asistiendo con las Olimpiadas. Ya estamos los más listos del planeta dando lecciones de democracia y civilidad a China y de paso, aprovechando el tirón mediático, al mundo entero. Parece que nos olvidamos de que los mayores beneficiarios del asunto somos nosotros, que aprovechamos la falta de derechos de los chinos para montar allí nuestras fábricas y producir a muy muy muy bajo coste: sin gastos de seguridad social, ni sindicatos, ni protestas, ni normas medioambientales, ni leyes de protección de la seguridad en el trabajo, ni derechos de los menores, ni ninguno de todos esos engorrosos artefactos que limitan la magia del sacrosanto libre mercado. Pero China no es sólo nuestra gran fábrica global. Es también un excelente vertedero planetario.



Los datos que siguen provienen de varios informes de Greenpeace sobre el e-waste: los desechos electrónicos (computadoras, teléfonos móviles, impresoras, televisores, etc. ) que exportamos a países en desarrollo, sobre todo a China e India. El hardware es la otra cara de la economía informacional: la más visible pero curiosamente también la que menos interés despierta en los y las estudiosos de la nueva sociedad en red. ¿Dónde ha sido fabricada mi computadora? ¿Cómo, por quién, en qué condiciones? ¿Y dónde acabará cuando compre una nueva? Las imagenes son de Nathalie Behring para el dossier fotográfico "Inside the Digital Dump" publicado por Foreign Policy. Para tener en mente mientras vemos las noticias sobre lo malos que son los chinos.



Where does e-waste end up?

Naciones Unidas estima que se generan anualmente entre 20 y 50 toneladas de e-waste en el mundo, lo que representa el 5% de los deshechos mundiales. Tanto como el plástico pero es mucho más contaminante. Para hacerse una idea: si todos esos deshechos se cargaran en containers puestos en fila darían la vuelta al mundo. Y esto una vez al año. En Europa, el e-waste crece a un ritmo de entre 3% y 5%, casi 3 veces más rápido que los otros tipos de deshechos.



Los principales destinos a los que se envía el e-waste son China, India y Nigeria. Transportar los deshechos a cualquiera de estos países es 10 veces más barato que almacenarlos en los países de orígen. Los mayores exportadores de e-waste son los países desarrollados pero no son los únicos. Sólo en Asía se producen anualmente 12 toneladas de deshechos electrónicos.



Las computadoras no son sólo cables y plástico. Contienen muchas sustancias tóxicas y también metales valiosos como oro, cobre y aluminio. Una vez despiezados los aparatos electrónicos y recuperados los metales para su venta, los desechos se amontonan en el mismo lugar y no reciben ningún tratamiento. Entre las sustancias tóxicas contenidas en una computadora hay mercurio, plomo y cadmio que afectan a la salud de los trabajadores y contaminan el agua, la tierra y el aire. Generalmente el trabajo de despiece lo hacen los trabajadores menos cualificados y más desprotegidos, migrantes (en China, los indios; en India, los bengalís) y muchos niños. En la localidad china de Guiyu un trabajador gana entre 2$ y 4 $ por despiezar aparatos electrónicos.



En 1997 la vida media de una computadora era de 6 años. En 2005 era de 2. La de un teléfono móvil es de menos de 2 años. En 2010 habrá 716 millones más de computadoras en uso en el mundo, 178 millones de usuarios más en China y 80 millones más en la India. El mercado del e-waste (las transacciones derivadas de la compra-venta de deshechos electrónicos) alcanzará los 11 billones de $ en 2009.



Informes de Greenpeace:
"Toxic Tech. Not In Our Backyard"
"Greenpeace Guide to Greener Electronics"
"Exporting Harm: The High-Tech Trashing of Asia"

Greenpeace también ha realizado este simpático gráfico electrónico para ayudarnos a elegir mejor nuestros aparatos.



Y si además instalamos Linux en nuestras computadoras, pues mucho mejor amigas, porque es mucho más ligero y sostenible. Y por supuesto, infinitamente más cool ;-)