dOCUMENTA (13) - Diario de viaje #1
miércoles, julio 18, 2012 by ptqk
Esto es algo parecido a un diario de viaje. Subjetivo e incompleto. No he visto todo lo que hay, no cuento todo lo que he visto. Es solamente un rastro, porque no tengo ganas de hacer otras cosa pero también porque la propia exposición, lo que late dentro de ella, hace ridícula la idea misma de una crítica articulada. Pasé en dOCUMENTA (13) tres días; dos y medio dedicados a la exposición. Creo que es lo mínimo. Hice un dTour (los dTours en inglés son los sábados), asistí a un taller, no ví ninguna película (del interesantísimo programa de cine). A continuación, fotos, notas y, en
el más puro estilo Visto en T.V., he marcado con llamativos corazoncitos rojos ♥ mis
obras y situaciones favoritas. Sólo tengo una recomendación firme: no empieces la visita por ninguna de las sedes de siempre.
dOCUMENTA (13) es una exposición que emociona, entretiene, desconcierta y reconcilia. Hay exposiciones dentro la exposición, casas encantadas, túneles y cuevas, pájaros prehistóricos, mucha música. Es una exposición para recorrer sin itinerario (al azar de los números situados en un mapa) o con un itinerario invertido (desde las periferias hacia el centro, desde los espacios improbables hacia los legitimados) o con el rítmo palpitante de los relatos de aventuras (porque esta dOCUMENTA es, además de todo el resto, un pequeño gran parque temático).
Carolyn Christov-Bakargiev, directora artística de dOCUMENTA (13), la ha concebido y desarrollado junto a Chus Martínez y con la colaboración de, entre otros, Donna Haraway, cuya inspiración se hace presente toda la muestra. Sí, buenas noticias. La dOCUMENTA (13) es una exposición harawayana. Es también atípica y oportuna, contemplativa y accesible, elegante y con personalidad. Muestra por el
visitante el máximo de los respetos pero le exige, a cambio, la entrega
de lo más lo más valioso y lo más trivial: tiempo, confianza,
disponibilidad. [Seguir leyendo Diario de viaje #1].
Se repite que esta edición de dOCUMENTA (13) carece de concepto. Es cierto si tomamos la palabra en el sentido más literal, como idea total que explica, justifica y contiene, si decimos concepto como sinónimo de construcción mental y abstracta desprovista de materialidad. dOCUMENTA (13) carece de concepto (de ese tipo de concepto que se atribuye para sí el arte contemporáneo) porque que desconfía -o más bien, se burla- de la razón, la dialéctica, la argumentación, los géneros, las genealogías y las disciplinas, el órden y la información.
Esta es una exposición de metabolización lenta pero, a su manera, ligera y disfrutona. Es una exposición para perderse y perder el tiempo, dejándose llevar por la resonancia de una sensación (de esas que te repercuten en el pecho como los tambores) y a lo mejor (pero ya por la noche) cavilar ella, sobre las formas que hemos inventado para poner en escena el mundo y aprender a pensar como se aprende un lenguaje: copiando, con el cuerpo y por intuición.
“An exhibition is always an art of locating”. Marcada por el sello harawayano, preside la dOCUMENTA (13) una vocación locativa, de puesta en situación, que invita a los artistas y participantes a tomar conciencia del contexto y dialogar. Entre ellos, con los espacios en los que están ubicados y con los otras sedes en las que este año se celebra la muestra: Alejandría, Banff y sobre todo Kabul, ciudad traumatizada, como Kassel, ciudad de guerra. Espacios que son territorios y arquitecturas, pero también espacios simbólicos, efímeros o mentales, ausentes o imaginados, que contienen, abren o clausuran formas de vida.
“Places generate space, and space is the region of the possible”. La posición de las obras y los recorridos que inevitablemente hay que cubrir entre ellas (a pie o en el autobús amarillo de la organización, imposible en cualquier caso evitar el desplazamiento) forman parte de aquello que se presenta, constituyen su significado. Por un lado, cada obra remite a algo que está fuera de ella, fuera del espacio expositivo y fuera del tiempo de la exposición. Por otro, se modifica el uso habitual de los sitios del arte de una forma abrupta, sin guiños aparentes. Hay que confiar.
Dibujos de manzanas KZ-3, también conocidas como manzanas Korbinian, por el nombre del pastor protestante Korbinian Aigner, que las creó en el campo de Dachau donde estuvo prisionero durante la Segunda Guerra Mundial ♥.
Los cubos blancos del Friedricianum quedan reducidos a su condición de depósito: cadáveres y tumbas en lo que debería ser el centro neurálgico de la exposición.
En las dos enormes primeras salas del Friedricianum (sede histórica de la dOCUMENTA, con esa arquitectura solemne, falsamente clásica, de la Ilustración) no hay apenas nada. Unas discretas esculturas de Julio González, como olvidadas contra la pared; una instalación sonora (dos altavoces diminutos); una esquina en la que sopla el viento; y una carta del artista Kai Althoff a la comisaria en la que explica, en un tono embarazosamente íntimo, las dificultades personales que le impiden participar ♥.
En la rotonda del primer piso -The Brain, el cerebro de la exposición-, y tras esperar una cola que el fin de semana puede llegar a durar casi una hora, se descubre con cierto estupor una colección de piezas de valor desigual, inmobilizadas en su condición de fetiche, cuya importancia radica en su capacidad para evocar aquello que no está: una persona, un acontecimiento, otra obra (de arte o no). Registros documentales o de interés arqueológico, obras de la antigüedad, obras estropeadas, obras perdidas, obras robadas. En los pisos siguientes, documentación de happenings, un aula de trabajo, un pequeño salón en penumbra, tapices y terracotas, un depósito de arte africano, un poco de vídeo, alguna instalación.
Dibujos de manzanas KZ-3, también conocidas como manzanas Korbinian, por el nombre del pastor protestante Korbinian Aigner, que las creó en el campo de Dachau donde estuvo prisionero durante la Segunda Guerra Mundial ♥.
Los cubos blancos del Friedricianum quedan reducidos a su condición de depósito: cadáveres y tumbas en lo que debería ser el centro neurálgico de la exposición.
En las dos enormes primeras salas del Friedricianum (sede histórica de la dOCUMENTA, con esa arquitectura solemne, falsamente clásica, de la Ilustración) no hay apenas nada. Unas discretas esculturas de Julio González, como olvidadas contra la pared; una instalación sonora (dos altavoces diminutos); una esquina en la que sopla el viento; y una carta del artista Kai Althoff a la comisaria en la que explica, en un tono embarazosamente íntimo, las dificultades personales que le impiden participar ♥.
En la rotonda del primer piso -The Brain, el cerebro de la exposición-, y tras esperar una cola que el fin de semana puede llegar a durar casi una hora, se descubre con cierto estupor una colección de piezas de valor desigual, inmobilizadas en su condición de fetiche, cuya importancia radica en su capacidad para evocar aquello que no está: una persona, un acontecimiento, otra obra (de arte o no). Registros documentales o de interés arqueológico, obras de la antigüedad, obras estropeadas, obras perdidas, obras robadas. En los pisos siguientes, documentación de happenings, un aula de trabajo, un pequeño salón en penumbra, tapices y terracotas, un depósito de arte africano, un poco de vídeo, alguna instalación.
Cola de visitantes para acceder a The Brain; tapiz de la artista sueca Hannah Ryggen, fallecida en 1970, que desde la década de los treinta denunció con sus obras el auge de los fascismos en Europa; salón para seminarios; espacio dedicado a la educación práctica y teórica sobre física cuántica a cargo del científico Anton Zeilinger.
Instalación fotográfica de Goshka Macuga, parte de la cuál se encuentra, a modo de espejo, en Kabul ♥. Otra recomendación para el Friedricianum: la instalación del artista franco-argelino Kader Attia ♥.
En contraste, los espacios altamente significados (como la estación central, la biblioteca juvenil o los bunkers de la Segunda Guerra Mundial) albergan las obras más espectaculares, las que normalmente -en una exposición convencional- serían mostradas en entornos asépticos, sin sentido añadido, sin situación, sin interferencias.
Susan Philipsz. Instalación sonora basada en una composición de Pavel Haas, escrita durante durante su reclusión en el campo de concentración de Terezín en 1943. Haas murió en Auschwitz en 1944 ♥.
De Hauptbanhof -la antigua estación central que en esta edición es una de las sedes periféricas pero clave de la exposición- partieron entre 1941 y 1942 cientos de miles de judíos, deportados a los campos de Auschwitz y Terezín. También durante la Segunda Guerra Mundial fue el lugar desde el que se enviaban al frente los famosos tanques Pranzer y Tiger, fabricados por empresa local Henschel und Sohn, lo que convirtió a Kassel en un objetivo estratégico durante los bombardeos aliados.
El 90% de Kassel fue destruido durante la guerra. Los interiores de la estación, como los de muchos otros edificios emblemáticos de la ciudad, fueron reconstruídos en los cincuenta y aún conservan la estética característica de aquellos primeros años de la guerra fría. En 2012 la antigua Henschel und Sohn, que ahora pertenece a la canadiense Bombardier, ha cerrado con Arabia Saudí un contrato de suministro de tanques, que serán fabricados en la planta de Kassel (que sigue donde siempre ha estado, en el bosque detrás de la estación).
Vídeo-paseo de Janet Cardiff y George Bures Miller; vestíbulo de Offener Kanal en Hauptbanhof ; performance de Critical Art Ensemble; instalación audiovisual de William Kentridge
♥.
AND. AND. AND. Comida, jardinería, experimentos, debates, proyecciones, (un)workshops.
El bar del ala norte de Hauptbahof.
Última recomendación de esta primera parte: la inolvidable conferencia-performance de Rabih Mroué "The Pixelated Revolution" ♥
sobre los vídeos grabados con teléfonos móviles que se han convertido
en la seña de identidad de las revoluciones árabes en todo el mundo (la
performance se presenta en Kassel en septiembre de 2012 -yo soy una suertuda y ya la he visto- pero parte del proyecto
está en Hauptbanhof en forma de instalación).