Qué buenísimo artículo de Angela Molina, firma habitual de la sección de arte del Babelia. El pretexto es la exposición de Takashi Murakami en el Guggenheim bilbaíno. El argumento, "la narrativa de la humillación nacional basada en una política de infantilización" y su impacto en la cultura y el arte japoneses. Una aproximación sociológica e histórica a un fenómeno que a menudo nos llega cargado de fetichismo superficial y fascinación etnocéntrica. Un ejemplo también de cómo la crítica de arte puede ser un oficio bien noble. Copio algunos fragmentos.


Takashi Murakami, "The Castle of Tin Tin" 1998
Verano de 1945, la estación donde termina la historia y comienza el infierno. Sobre las monótonas ruinas de un Estado-nación convertida en guiñol del Gobierno americano nacerá la feliz arcadia de un pueblo derrotado incapaz de distinguir entre el bien y el mal. A partir de aquel escenario posatómico, una generación de creadores vinculados a las formas de vida otaku (literalmente, "en casa") idearon la estética manga. Extremadamente sentimentales, eran el fiel trasunto japonés de los hippies americanos. La Exposición Internacional de Osaka de 1970 titulada Progreso y armonía de la humanidad simbolizó su primera ilusión contra el trauma, la que les permitió soñar en un futuro libre de fronteras donde la tecnología y la conquista del espacio hacían posible creer en un mundo mejor. Pero el futuro nunca llegó. (...)
La alegorización de Japón fue tan insatisfactoria que, durante décadas, toda una generación creció encerrada en su habitación. Obsesionados con almacenar información, aquellos jóvenes sentían que la paz había sido transformada por un único sentido del tiempo frente a la televisión. (...)
La nutricia América les enseñó que la verdadera razón de la vida era el sinsentido, y les adiestró para vivir en él. Sus férreas jerarquías se desmantelaron. Los japoneses fueron forzados a entrar en un sistema que ya no producía "adultos", sino seres irresponsables. Little Boy era el nombre-código de la bomba que había caído sobre Hiroshima en la húmeda estación donde la historia termina y comienza el infierno. Surge así toda una narrativa de la humillación nacional basada en una política de infantilización. De esta forma, desarrollaron una dependencia de los americanos que comenzó con la ocupación y continúa hasta hoy, de lo que resulta la negación del ser adulto y la nación. En otras palabras: el pueblo japonés había renunciado a crecer. Impactados por una fijación preadolescente con la estética de la fantasía, el país emerge hoy como el último little boy.
Seguir leyendo "El sublime posnuclear".
Más imágenes aqui.

6 comentarios:

    Puf! Es un pensamiento buenísimo! Echaba de menos alguien que, aunque sea conceptualmente, diera una explicación de toda esa presunta falta de oscuridad que se esconde tras los colorines chillones y los ojos gigantes... Gracias María!
    Pernan (Disonantea)

     

    Genial que te guste Pernan. A mi me encantó.

     
    On 2/26/2009 1:38 p. m. Anónimo dijo...

    Es buenisisismo... jope maria vaya textos que encuentras!!!!!

     

    pero si es del babelia! :-)

     
    On 3/12/2009 4:34 p. m. Anónimo dijo...

    Pero lo único que ha hecho Ángela es transcribir casi literalmente el texto del catálogo de la expo. Hace un par de años el propio Murakami figuraba como comisario en una macro expo en NY con el título de Little Boy y todo el discurso teórico se sostenía en esos conceptos.

     
    On 3/27/2009 8:28 p. m. Anónimo dijo...

    Hola María, acabo de descubrir tu blog, que me parece de lo más inspirador... Este artículo sobre la cultura japonesa es increíble, interesantísimo. ¡Seguiré explorando!