Este texto ha sido escrito para la jornada “Empresa y economía abierta” celebrada en Bilbao el 18 de febrero de 2011 y forma parte de la serie Economía Creativa para el Underground.


La burbuja de la innovación

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“The trouble with fiction...
is that it makes too much sense.
Reality never makes sense.”
Aldous Huxley

Cuando me refiero a la innovación como burbuja, lo hago en el mismo sentido que en las expresiones “burbuja inmobiliaria” o “burbuja de las puntocom”. Es decir, fenómenos de carácter especulativo y espectacular, impulsados artificialmente y con gran entusiasmo por los mismos agentes que se benefician de ellos y que surgen normalmente aprovechando una coyuntura favorable. Fenómenos que, por esa misma naturaleza de artefacto y por su alta dependencia de las condiciones coyunturales, suelen tener ciclos de vida cortos. Cuando aparecen nuevos elementos que modifican el contexto o simplemente cuando el fenómeno agota sus posibilidades de desarrollo, el movimiento expansivo acaba con la misma brusquedad con la que empezó. Es entonces cuando decimos que la burbuja ha estallado.

El discurso sobre la innovación ha conseguido captar la atención mediática, movilizar presupuestos y alzarse con mucha naturalidad como un nuevo valor social. Pero como buena burbuja, es un artefacto, es decir, un conjunto de elementos instrumentales impulsados artificialmente y puestos al servicio de una finalidad.

La innovación funciona como burbuja especulativa en la medida en que se basa en un artefacto de naturaleza discursiva y auto-referencial, en el que todo se juega en el plano del lenguaje: los símbolos, las narraciones y los mitos (en otros tiempos, diríamos propaganda) con los que nos contamos a nosotros mismos lo que ocurre a nuestro alrededor. Aunque se apoye en elementos racionalistas, hay que tener en cuenta que la economía no es una ciencia exacta sino una ciencia social, es decir, un ámbito de conocimiento cuyas herramientas intelectuales están más cerca de la psicología o la filosofía que de las matemáticas.

Con esto quiero decir que el analizarla como artefacto, desde el punto de vista de la producción de discurso, no es una aproximación excéntrica o periférica, sino central, puesto que se corresponde con su principal utilidad: fabricar una visión del mundo, con su imaginario, sus reglas de conducta y sus mecanismos de medición. Desde este punto de vista, tanto las ciencias económicas en general como la innovación en particular son campos de saber instrumentales que cumplen una doble función: aportar una descripción de la realidad (una cosmovisión) y proporcionar pautas de actuación para desenvolvernos en ella (una agenda o una hoja de ruta).

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En el caso de la innovación, estas funciones son puestas al servicio de una finalidad precisa: adaptar el funcionamiento de las empresas a las transformaciones provocadas por el cambio de ciclo económico o, más concretamente,

“fomentar las nuevas formas de gestión empresarial que, a través de la introducción de metodologías de organización innovadoras y modelos de negocio basados en la creatividad y el talento, respondan a las necesidades de modernización de la Pyme española, ayudando así a fomentar el empleo y el desarrollo del tejido productivo en España.” (1)

Es decir, mantener el mismo ritmo de crecimiento y la misma lógica de acumulación de capital que antes de la crisis. Si en ocasiones, el discurso (el artefacto) es efectivamente innovador, la finalidad a la que sirve es, por el contrario, totalmente conservadora. Cambiar, sí, pero sólo para que no cambie nada.

Apertura, transparencia, participación, ética hacker, crowd-sourcing, inteligencia colectiva, procomún, funcionamiento en red, cooperación, intercambio, emprendizaje... Pese a sus connotaciones ultra contemporáneas, en realidad estos términos hunden sus raíces en los adoquines de mayo del 68 y son el resultado de treinta años de evolución de la literatura empresarial. Esta es una de las contradicciones o paradojas con que nos enfrentamos a la hora de interpretar adecuadamente estas palabras: si por un lado, constituyen la respuesta del mundo empresarial a los movimientos contra la mecanización del trabajo y de la vida impulsadas desde los años setenta -lo que Chiapello y Boltanski denominan “crítica artista”(2)-, su utilización actual elude las críticas más globales a las que estaban asociados -que Chiapello y Boltanski denominan “crítica social”: el funcionamiento de la economía de mercado en su conjunto.

“Estos temas, que en los textos del movimiento de mayo de 1968 iban acompañados de una crítica radical al capitalismo (y en particular, de una crítica de la explotación) y del anuncio de su fin inminente, en la literatura de la nueva gestión empresarial, se encuentran de algún modo atomizados, constituidos como objetivos que valen por sí mismos y puestos al servicio de las fuerzas que antes trataban de destruir.”(3)


Dibujo de Pernan Goñi para mi ponencia.

Este argumentario se apoya, además, en la explotación de dos nuevas fuentes de recursos. En primer lugar, las capacidades subjetivas de los trabajadores, capacidades que hasta ahora habían quedado al margen de la lógica empresarial.

“Los nuevos dispositivos que reclaman un compromiso total y se apoyan en una ergonomía más sofisticada, integrando las aportaciones de la psicología behaviorista y de las ciencias cognitivas, precisamente y hasta cierto punto, porque son más humanas, penetran también más profundamente en el interior de las personas, de las que se espera que se “entreguen” a su trabajo haciendo posible una instrumentalización de los seres humanos precisamente en aquello que los hace propiamente humanos.”(4)

Y en segundo lugar, la explotación de las capacidades del tejido social en su conjunto, que pasa a ser entendido como “cuenca creativa” y cuyos actores se relacionan con la empresa en base a flujos, encuentros, intercambios o conexiones, temporales e informales. Si el conocimiento circula libremente en las redes sociales o tecnológicas, sólo hay que desarrollar mecanismos adecuados para captarlo y convertirlo en capital. Desde luego, la explotación de la subjetividad de los trabajadores es perversa, sobre todo si tenemos en cuenta que se ha acompañado históricamente de un deterioro de las condiciones reales de trabajo (precariedad, temporalidad, pérdida de poder de las organizaciones sindicales, etc.). Pero la de la inteligencia colectiva lo es aún más.

A través de mecanismos como el crowd-sourcing por ejemplo, se socializan los procesos de diseño de producto, comunicación, fortalecimiento de la idea de marca, control de la satisfacción del cliente o incluso distribución, pero los beneficios económicos, materiales y reales no repercuten en esas mismas cuencas creativas sino que se mantienen y se gestionan de manera privada. El razonamiento profundo que inspira esta manera de ver las cosas es el mismo que defendía en el siglo XVIII el padre de la economía moderna, Adam Smith: que la riqueza económica produce siempre y espontáneamente riqueza social. Las crisis financieras de los últimos años, unidas al aumento de las desigualdades sociales o el empeoramiento de las condiciones medioambientales, han demostrado que si alguna vez Smith tuvo razón, en el cambio de milenio ya no. Que a pesar de ello, sigamos basando nuestro modelo de crecimiento en sus ideas, es otra paradoja.

Para hacer frente a esta tensión entre los intereses privados y el bienestar colectivo, se recurre a otro concepto que, como en los casos anteriores, surgió para unos fines muy distintos de aquellos para los que se invoca en la actualidad: el procomún. Gestado originalmente en el marco de los movimientos altermondialistas y de open source, los “commons” se han entendido tradicionalmente como un paradigma para, uno, gestionar de manera comunitaria los recursos de uso común (ya sean estos de carácter material como los naturales, o intangible como el conocimiento); y dos, responder conceptualmente a la aparición de un “tercer espacio de poder” que, a caballo entre el sector público y el mercado, limitaría los comportamientos abusivos de uno y otro sobre estos mismos bienes comunes. (5)

En manos de la gestión empresarial, sin embargo, el procomún se asocia con las metodologías de trabajo (abiertas o transparentes) y, ocasionalmente, con la aplicación de licencias de dominio público a los documentos generados en esos procesos. En cuanto a su doble dimensión crítica respecto al sector público y al privado, se resuelve trasladando toda su potencialidad subversiva hacia la desarticulación de lo público (en todas sus facetas: desregulación económica, desaparición de derechos sociales, vacío institucional, deslegitimación de la función pública, etc.) y silenciando la crítica al sector empresarial y a la privatización de los recursos comunes. En la práctica -otra paradoja- hemos llegado a una situación en la que el término procomún se utiliza indistintamente, tanto para hacer referencia a proyectos de transformación social (orientados a una mejora de las condiciones de vida hacia una mayor equidad y sostenibilidad.) como de innovación empresarial (nuevos modelos de negocio, open business, etc.), aunque los objetivos de unos y otros sean casi siempre antagónicos.

Pero el verdadero problema no es que sea una ficción, sino es una ficción celebratoria, que se imagina a sí misma en un escenario de abundancia y bienestar que no corresponde con la realidad. Las tendencias de futuro para el conjunto de los países desarrollados apuntan hacia un aumento de la precarización de las condiciones de vida materiales, la dependencia energética, el envejecimiento de la población, la desarticulación de las políticas asistenciales y los servicios de salud, el deterioro de la calidad del empleo, la pérdida de poder adquisitivo, el endeudamiento o la privatización de la educación, entre otros. Es decir que, retomando la terminología de Maslow, si aún estamos en la franja superior de la pirámide - cuando, una vez satisfechas las necesidades de orden material y emocional, nos disponemos a afrontar las de autorrealización, creatividad, tolerancia o resolución de problemas- posiblemente no sea por mucho tiempo. Porque sin recursos energéticos, sin una clase media con sus necesidades materiales cubiertas, sin un sistema educativo de calidad y accesible para toda la sociedad, sin unas infraestructuras públicas eficaces... es decir: sin ciertas condiciones estructurales básicas, ese gran proyecto de “Economía del Conocimiento” es materialmente inviable.

Las políticas de innovación tienen en cuenta estas circunstancias, desde luego, pero sólo como contexto. Y esta es la verdadera paradoja: que si no resolvemos estos problemas no vamos a poder seguir haciendo negocios, pero estos problemas no se resuelven haciendo negocios. Todo lo demás es engañarse, algo así como estar en el naufragio del Titanic jugando al mus y con la orquesta sonando.


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(1) V.V.A.A, “Sectores de la nueva economía. 20+20”, publicado por la Escuela de Organización Industrial (EOI) en colaboración con MIK Mondragón, 2010. Libro digital en http://www.eoi.es/savia

(2) Luc Boltanski y Eve Chiapello, “El nuevo espíritu del capitalismo”, Akal 2002. Se puede leer la introducción en: http://es.scribd.com/doc/7240021/Boltanski-y-Chiapello-El-Nuevo-Espiritu-Del-Capitalismo-Introduccion

(3) Luc Boltanski y Eve Chiapello, op. cit.

(4) Luc Boltanski y Eve Chiapello, op. cit.

(5) “Conferencia Internacional sobre bienes comunes. Reporte en español”. Berlin, 2010.

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46 comentarios:

    Muchas gracias.

     

    María: Todas las ideas tienen su ciclo de vida. El concepto de innovación se agotará, y vendrá otro. Ya Bruce Nussbaum intentó matarlo allá por el año 2008, con su propuesta mediática de “innovación” vs. “transformación”, y que para mí es un eufemismo más según quien defina qué. Si toda esta movida de la innovación resulta “artificial” o natural dependerá de donde se ponga el listón de las expectativas. Si te lo pones muy alto es lógico que cualquier cosa te pueda parecer artificial pero no lo será en la medida de que seamos honestos con el plan.
    Me dedico a la consultoría en innovación, así que debo ser de esos agentes que “con gran entusiasmo impulsan el fenómeno de la innovación y al mismo tiempo se benefician de ella”. No hago nada “espectacular”, y menos aún “especulativo”, pero puedo asegurarte que hay muy poco de artificial en mi oficio. Francamente me lo creo. Pero quiero evitar que entiendas este comentario como un pataleo por sentirme aludido, sino como una reflexión sosegada sobre una propuesta crítica que me parece como mínimo valiente.
    Hay muchos tipos de (discursos sobre) innovación: incremental, radical, empresarial, social, top-down, bottom-up, etc. Yo suelo hablar de “innovación social”, que puede ser tan disruptiva como lo que algunos llaman hoy “transformación”… otro palabro que terminará pidiendo a gritos un sucedáneo, otra “burbuja” que servirá de carne de cañón para blogs del futuro. En cualquier caso, ¿qué discurso no contiene “elementos instrumentales puestos al servicio de una finalidad”? Supongo que el tuyo, y el mío, también.
    Pero por ser constructivos, te diré lo que para mí es más esencial en todo esto: con la innovación pasa lo mismo que con muchos otros conceptos que se usan, p.ej., en el discurso crítico de la cultura, por entrar humildemente en tu territorio = la “atención mediática” termina apropiándose de nuestros conceptos, y entonces parece que tenemos que salir corriendo a buscar nuevos para no contaminarnos. Así “ellos” van colonizando cualquier instrumento de conversación posible, y nosotros siempre en el juego infantil de inventarnos jerga nueva, cada vez más incomprensible. Me resisto a hacer eso.
    Para mí “innovación” es cambio para mejorar desde el conocimiento, y cualquier cosa que pueda hacer para mejorar la vida de la gente me parece válida. Por cierto, el concepto que usas de innovación (“fomentar las nuevas formas de gestión empresarial…”) es aburridamente reduccionista. Es una lectura economicista, de las peores, pero hay otras mucho más humanistas. En fin, no me extraña que veas la burbuja a la vuelta de la esquina tomando como referencia una versión conceptual tan obsoleta.
    Términos como “Apertura, transparencia, participación...” tienen siempre una doble lectura, pero no quiero que eso me lleve a repensar todo de nuevo, y volver a empezar. Eso es lo que quieren los que no quieren cambiar nada. Yo cuando hablo de “innovación participativa” sé de lo que hablo, y la clave está en “hacer” de forma consecuente. La literatura del management empieza a apropiarse de este lenguaje, pero a mí me da un poco lo mismo. No van a conseguir que termine negándolo todo, para fabricar mi propia jerga inentendible. Sigo usando los términos que comprendo pero dotándolos de un contenido genuino. Ese palabro, “innovación”, lo incluyo también en mi actitud de resistencia.
    El escenario que describes es inteligente, pero quiero creer que hay otras formas de interpretar de un modo más optimista las nuevas oportunidades que encierran las dinámicas de inteligencia colectiva. Por experiencia suelo desconfiar de los maximalismos ideologizantes que conducen al todo-o-nada, y a esa suerte de bucle semántico-endogámico que nos lleva al aislamiento. La “deconstrucción universal” no me va, y creo más en los pequeños cambios silenciosos que desde adentro provoquen el nuevo estadio. Perdona la extensión de mi comentario, pero es algo habitual en mí. Me enrollo y ya ves. Espero que no te moleste. Un saludo (por cierto, me ha gustado eso de la “cuenca creativa”, curiosa forma de llamarlo).

     
    On 2/21/2011 11:21 a. m. Anónimo dijo...

    "hay que tener en cuenta que la economía no es una ciencia exacta sino una ciencia social, es decir, un ámbito de conocimiento cuyas herramientas intelectuales están más cerca de la psicología o la filosofía que de las matemáticas."

    ¿? ¿Herramientas intelectuales más cerca de la sicología o la filosofía? La herramienta fundamental de la ciencia económica es la formalización matemática.

    Por lo demás me ha gustado la contra-narrativa.

     

    La innovación, la creatividad, las tecnologías 2.0, un martillo, una bicicleta, un periódico, un puente... Todo son procesos, herramientas, recursos, más o menos actuales y coyunturales. Pero siempre que estoy en sitios donde se habla mucho de herramientas me pregunto ¿Compartimos herramientas, pero diferimos en el para qué?... No creo en lo gremial, sino en compartir una visión.

    El viernes hablamos mucho de empresa, menos de economía, menos de comunidades, de personas (que no personas trabajadoras)... Y quizá eso tenga que ver con de dónde venimos o quien paga nuestro trabajo... A la EOI le interesa lo industrial e investigaciones aplicadas a ese entorno empresa.
    Así, eché de menos otros agentes de al economía que diversificasen más los puntos de vista o el desde donde se habla.

    Para mi, hablamos de mercado como si hablásemos de sociedad, tomando la parte por el todo y me pregunto si ¿Ágora VS Zoco? ¿Ágora + Zoco? Donde me gustaría vivir, ágora en todo caso incluiría al zoco y no al contrario.

    En este sentido, el txt que preparé para mi presentación del otro día terminaba de la siguiente manera:
    Debemos preguntarnos, si no a quién interesa, si cuales son los intereses, quién saca partido de tanta apertura, tanta creatividad, tanta sostenibilidad… Si hay algo más allá de un nuevo modelo de negocio o de un intento de refundar el capitalismo desde sus fisuras y periferias.

     

    Muy interesante el post, gracias, creo que sin duda es una palabrs que en muchos casos la han agotado. Un saludo

     

    Basicamente lo que siento ahora mismo es falta de vocabulario ;D ;D ;D

    Yo me quede enganchado a la idea de (no cito, recuerdo) "Paraguas tan grandes que albergan bajo de si ideas/practicas antagónicas"...

    No sé. Me lleva a muchos sitios pero con una misma musica. Al final, basicamente, andamos rescatando la dialectica y definiendo escenarios que asustan por relativistas y naifs... Y es que hay buenos y malos. Claro...

    Y es que hay practicas que exprimen y otras que respetan. Para mi esa es una buena clave. Que ciertas ideas de "izquierdas" sirvan de faro para el nuevo trabajo con empresas no me parece peligroso de por si. Más allá de que haga al monstruo más difuso y difícil de predecir.

    Molini mantiene algo así cuando alerta del coaching en las empresas como herramientas que invitan a la apertura personal en "tierra hostil" como dice Virginia Imaz.

    Y eso me asusta. Y pienso en mis piruetas en diferentes lugares. Malabares porque en parte mezclo mis saberes y aficiones. Porque promuevo participación, invito al funky y comparto saber sin emoción de explotación.

    Sin entrar a detalles metodologicos, yo a veces reflexiono en cada proyecto sobre mi lugar. Pienso/siento sobre todo en cual es el lugar que a mi me hace bien. Y también dedico un momento a pensar si mi trabajo ayuda a las entidad/persona a acercarse al lugar hacia dónde quiere ir o estoy siendo obstaculo.

    Es la manera que tengo yo de salir de esta batalla que comienza a ser parte de mi manera de acercarme a la realidad. Como si no tuviera suficiente con mi inseguirdad de serie ;D ;D

    Gracias Maria

     
    On 2/22/2011 10:06 a. m. Ricardo_AMASTÉ dijo...

    En el vídeo que tenemos en la portada de la web de AMASTÉ hablamos sobre la esquizofrenia como herramienta o como sensación. Nosotr*s es una patología que nunca nos hemos podido quitar de encima, así que quizá la cuestión sea que si cuando vamos a determinados entornos vamos con la esquizofrenia de la mano, pues compartirla homeopáticamente con el "otro", que también la sienta. Gestionar el malestar para ver cuanto de real es la intención de trabajar transformadoramente en una determinada dirección.

     
    On 2/22/2011 11:04 a. m. arnaumonty dijo...

    No se si lo entendí bien pero al final de tu artículo,..

    "Porque sin recursos energéticos, sin una clase media con sus necesidades materiales cubiertas, sin un sistema educativo de calidad y accesible para toda la sociedad, sin unas infraestructuras públicas eficaces... es decir: sin ciertas condiciones estructurales básicas, ese gran proyecto de “Economía del Conocimiento” es materialmente inviable.

    me pareció entender que esas eran las condiciones para que se de una economia del conocimiento, "possible?", "justa?",...

    La economia del conocimiento es hoy ya un hecho imparable, y a la vez fuerza de precarización, no solo del sector artístico-creativo, sinó de toda la sociedad. Es toda la sociedad quien contribuye a un intelecto común, quien participa de la red, quien imagina y quien "innova", quien desarrolla sofware para la comunidad, quien sube una foto, o un artículo, o sea quien produce socialmente.También és toda la sociedad la que consume toda esta producción, y la que viene también de la explotación de estos conocimientos comunes, que algunos encuentran formas de sacar-le mas jugo que otros (evidentmente quien mas poder tiene, però no siempre).Facebook debe ser la fabrica immaterial con más trabajadores del mundo, y con los sueldos mas bajos (500 millones de usuarios-productores 0€ al mes) Vaya chollo!

    Si hablamos de condiciones bàsicas, y derechos mínimos garantizados, no vale defendre-los solo para algunos, sinó para todxs, y no solo una classe media acomodada és productiva, ni mucho menos, la producción social viene de todas partes y se tiene que reconocer y garantizar, de ahí sale la necesidad de formas de renta que garantizen a cualquier persona su vida, para que pueda hacer lo que quiera, y no trabajar para quien decide donde tienes que invertir tu creación, tu imaginación o tu innovación.

    Eso si las formas de cambio social no solo són voluntaristas, són de todo tipo, y cualquier iniciativa que defienda la universalidad de los derechos, y su extensión para toda la sociedad, serà bien bienvenida, intentando huir de fantasmas y contradicciones, dentro o fuera de los negocios.

     

    Hola cabelleros.
    Muchas gracias alimentar la discusión.

    Amalio:

    Hablo de “artefacto” para poner énfasis en el hecho de toda idea es una construcción. Cuando decimos “el mundo es esto” estamos constuyendo -artefactuando- una determinada mirada sobre el mundo (y excluyendo otras). Lo hago para destacar que el movimiento en torno a la innovación responde a una determinada mirada, elaborada desde una posición concreta. Y esa posición es el management empresarial. No es que yo lo “reduzca” a eso, es que es eso.

    Claro que podemos utilizar las metodologías de la innovación para otros fines, pero en esta jornada no estábamos en ese escenario. Estaban organizadas por una escuela de gestión industrial y un grupo corporativo. En un contexto diferente, yo defendería una idea de innovación diferente. Porque me parece imprescindible analizar las ideas, no como si fueran entidades autónomas, sino en su contexto (quien las formula, desde qué posición, para qué fines). La misma idea aplicada a fines distintos es una idea distinta.

    Digo “espectacular” en el sentido debordiano de “la sociedad del espectáculo”: http://es.wikipedia.org/wiki/La_sociedad_del_espect%C3%A1culo. Y “especulativo” en el sentido financiero: el valor de un título financiero depende de la confianza que se deposite en él, de la imagen de la empresa que lo emite, de la autoridad de los agentes que lo manejan... Y se puede inflar al infinito sólo en base a estos parámetros, sin contacto alguno con la economía real.
    Lo de “cuencas creativas” no me lo he inventado yo :-) es un tópico floridiano.

    Anónimo (no dejeis comentarios anónimos, anda, que es maleducado):

    Yo estudié 5 años de economía y en toda la cerrera sólo tuve 2 asignaturas de numeros, todo lo demás eran teorías. La economía de mercado es una forma de organizar el mundo. Se necesitan formulaciones matemáticas para calcular algunas variables, pero la selección de esas variables y la elección de este modelo de organización no son el resultado de una función matemática sino de una opción “política”. Y en el caso concreto de la innovación, tú me dirás: a + b / 67% = innovación?

    Arnaumonty:

    De acuerdo. Lo que quiero decir es que tenemos problemas muy graves ahora y toda esa pasta que se destina a hacer estudios de innovación para que las empresas sigan acumulando capital, en mi opinión, deberían dirigirse hacia otros fines: por ejemplo innovar en modelos energeticos sostenibles (pero no para que Gas Natural siga siendo rico, sino para distribuir los recursos energeticos de manera equitativa entre todos los habitantes del globo), o ir pensando en qué vamos a hacer cuando no haya sanidad pública, o cuando seamos viejos y no tengamos pensión, o cuando los chinos hayan comprado todo el suelo de Europa y todos los cultivos agrícolas de Africa, ese tipo de cosas. Quiero decir que creo que las cosas están muy chungas y se van a poner peor, pero parece que somos incapaces de imaginarnos en una sociedad no abundante. ¿Qué conocimiento ni qué carajo si no vamos a tener ni papel higiénico?

     

    María: El hecho de que digas en el blog de Julen que “estas deseando seguir debatiendo” es lo que me anima a regresar por aquí. Pensaba no hacerlo porque tu respuesta a mi largo comentario me daba una sensación de que lo hacías con cierta pereza, con menos entusiasmo del que manifiestas en tu texto original, como si mi punto de vista no te aportara nada. Cuando percibo eso, prefiero no seguir. Pero soy una suerte de obstinado corredor de fondo, peñazo total, de los que creen que las mejores ideas afloran después, a medida que el ciclo escuchar-disentir-escuchar-converger-volver a disentir-volver a converger… avanza mientras se trabaja en mejorar los argumentos. Esa fricción dialéctica la asumo con naturalidad, y no me agota. Para algunos debo ser el típico “conflictivo recurrente” pero a mí eso me da igual, porque pienso que es necesario en una sociedad donde nos aburrimos demasiado rápido de todo. Yendo al grano: 1) Tu crítica es radical (aunque no “destructiva”, como dice Julen), y no pasa nada porque lo sea, 2) Tu crítica es argumentada, es más, muy bien argumentada, 3) No sé si cuando te quejas de la contra-crítica sin argumentos, me incluyes. Creo que he aportado argumentos para ponderar algunas afirmaciones que son demasiado rotundas. He echado en falta en tu texto matizaciones importantes, que pongan en valor la emergente diversidad que existe. Siempre digo que las matizaciones son lo que hacen a un texto inteligente y asumible porque para diatribas generalizadoras ya tenemos mucho panfleto hiper-crítico rulando por ahí, 4) En tu texto no solo hay “hechos”, ni “argumentos”, sino también multitud de “valoraciones”, 5) No hago, ni haría, juicios de valor sobre tu persona, porque no te conozco. Los únicos adjetivos menos amables que he usado NO tienen que ver contigo, sino con tus “valoraciones”, cuando dije que el concepto de innovación que usabas era “aburridamente reduccionista” y una “versión obsoleta”. Lo siento, María, pero así lo pienso. No es para nada el que yo uso, y el modo en que entendemos “innovar” muchos compañeros, 6) Mis reacciones de desacuerdo, y también de aprobación al interés de tu texto, las he dado en el espacio público, y así seguirá siendo, 7) Los que me conocen saben que no me rajo de la conversación. Lo hago cuando percibo que soy el único que escucha, porque eso ya no se llama “conversación”, 8) No tengo la sensación de que varios de los argumentos que compartí contigo “se escuchen todos los días”. P.ej., te invito a reflexionar sobre la colonización del lenguaje, y esa necesidad de estar siempre corriendo cuando los de management nos roban las palabras, 9) La lectura en clave de genero la respeto, pero no la comparto, ni se me ha pasado por la cabeza. Es que me parece tan estúpido estereotipar a la mujer o el hombre según categorías como dulce/radical/contundente… que no voy a perder un minuto en eso, 10) No tiro la piedra para esconder la mano. Tu discurso me pareció, efectivamente, algo narcisista en algunas partes. No sé cómo explicarlo, pero percibo una densidad intelectual tan abrumadora en el estilo de parte de la izquierda ilustrada, que a veces aquello parece más meta-discurso. Es lo que yo llamo “lenguaje endogámico”, que además de ser inoperante genera un efecto contraproducente: su compleja hechura hace que solo lo consuman las élites, 11) Insisto, no hay una única mirada “artefactual” (Ains, detesto la palabra por pretensiosa) sobre la innovación, como tampoco la hay sobre la transformación. Sí que puede haber una mirada “dominante”, que se aproxima a la que tú describes. Pero: ¡¡documentemos la diversidad!!, 12) Yo he defendido en la jornada “una idea diferente”. Muchos ponentes lo hicieron, mientras que otros no. Hablar de los prototipos como elogio a la imperfección o defender la necesaria coherencia identidad/imagen, son conceptos que no abundan en la empresa/mercado/sociedad de hoy. Si tus expectativas eran mucho más elevadas, pues oye, yo creo que no estabas siendo realista para el escenario en el que nos movíamos.

     

    Hola otra vez Amalio :-)

    Mi tono de pereza no tiene nada que ver con este debate, es que precisamente como le echo mucho entusiasmo a las cosas de vez en cuando necesito hacer reset (hoy es uno de esos días). Asi que gracias por regresar, yo también soy una “corredora de fondo peñazo total”.

    Cuando hablo de las criticas no-argumentadas y en el espacio no-publico no lo decía por tí, al revés. Eres (casi) la única persona que no está de acuerdo con el texto y está debatiendolo conmigo. Sólo quiero decir que el debate tenemos que hacerlo público y argumentado (lo que ni impide incluir valoraciones). Lo de la lectura de género tampoco iba por tí; lo he sacado a colación para ilustrar el tipo de reacciones a las que me refiero.

    Como te decía: en otro contexto yo habría escrito algo diferente. En el caso concreto de esas jornadas no me parecía oportuno incluir matizaciones sino ir a saco porque en ese tipo de foros (me refiero a los “empresariales”) hay demasiados aspectos que se pasan por alto. Era una buena ocasión para decirlos alto y claro y ver qué efecto tenían. Es decir: mi versión de la innovación no es la misma en el contexto de esas jornadas que en otros contextos. Esas jornadas están convocadas desde una DETERMINADA idea de innovación que, efectivamente, es super reducida (porque esa idea -y es lo que trataba de explicar en el comentario anterior- se define por el lugar desde el que está planteada).

    Podía haber sido más cool (y más cauta) diciendo “no, la verdadera innovación es la que nos hace mejores personas...” y tal, pero me parece más útil decir “la innovación es una falacia por esto y esto y esto” y ver cómo somos capaces de re/constuir desde ahí. E insisto: creo que es importante elaborar discursos alternativos. Eso es lo que estoy intentando (con mayor o menor fortuna en el tono que uso, que entiendo que pueda resultar duro, pero sinceramente, no estábamos un entorno “diverso” así que las pocas voces disidentes que tenían la posibilidad de hacerse oir tenían que ser un algo brutas para no quedar diluidas.

    Sobre la colonización del lenguaje: pues claro. De hecho es lo que digo yo también no?

    Lo del narcisismo y la “densidad intelectual de izquierdas”, la verdad, me jode. Me jode mucho. Lo decía también uno en el twitter el otro día: “tufillo de ciencias socilaes de academia”. Tocateloshuevos. Cada cuál habla desde sus códigos y esos, para bien o para mal, son los míos. Pero es que además los planteamientos del nuevo management son políticos (estás de acuerdo en esto?) pero, cuando se les hace frente con lenguajes políticos (que vienen de las ciencias sociales, sí, qué le vamos a hacer), se neutralizan con el argumento de que “los argumentos de la tradición política de izquierdas no valen”. ¿Y por qué no valen? ¿Por qué se puede citar “Funky Business” pero “El nuevo espíritu del capitalismo” no? ¿Porque no tiene dibujos? ¿Porque usa unas palabras menos “accesibles”? A lo mejor yo uso palabras menos “accesibles” pero fui la única que habló el otro día de la necesidad de mantener el sistema de educación pública (por ejemplo). Vamos, que lo de llamarme elitista porque uso nosequé palabras o cito a nosequé autores en unas jornadas organizadas por una universidad privada y un grupo corporativo que saca su cantera de nuevos talentos de una universidad que también es privada, me parece el colmo de la caradura.

    Y disculpa que me he vuelto a poner de mala leche (de verdad, lo siento), no intanto arreglarlo porque me voy corriendo. Abrazos.

     
    On 2/23/2011 7:36 p. m. begonafunky dijo...

    Hello ptqk!, la verdad es que me lio un poco para seguirte con lo cual tiene sus riesgos responderte y además hay cosas que no pillo como porqué dices esto de que apertura, transparencia, participación, ética hacker, crowd-sourcing, inteligencia colectiva, procomún, funcionamiento en red, cooperación, intercambio, emprendizaje... están enraizadas en mayo del 68. Pero, en resumidas, creo que no es acertado llamarle burbuja a la innovación aunque sí es cierto que haya especulación en innovación.
    Sobre el uso que se le está dando no me parece controlable cual es el uso correcto de una herramienta, si la inno es una, ni cual es el fin o el uso correcto del beneficio de una empresa. La empresa o cualquier proyecto, es sensible a todo lo que vaya a producirle un beneficio (al margen de la interpretación que dé la empresa al uso de ese beneficio) y la innovación es una clave hoy en día para generar impacto en sociedad y riqueza.
    Yo entiendo la inno asociada a soluciones creativas y al bien común pero tengo que reconocer que no soy capaz de controlar ni el uso final de mis acciones ni cual es alcance de “yo, nosotros, pensando en el bien común”. La sociedad está siempre en estado sokatira, unos para adelante porque creemos que los parámetros conocidos son pan para hoy y hambre para mañana y otros anclados sirviendo a los códigos instalados que todavía dan para algo y además vete a saber que pasa en el futuro, y hasta pueden tener razón. Y buscando el bien común de tirar para adelante ¿qué a quién estoy dejando atrás? Yo me aseguro de que a través de mi trabajo reminerado con el desarrollo en innovación (gestión, estrategia, servicio, producto...) avancen “los míos” o los que me tocan de cerca, no abarco más.

    Estás hablando de instrumentalización de la innovación. Pero esto es normal, se instrumentaliza todo, pero eso no le incumbe a la innovación en sí misma y a los que trabajamos en el valor que supone aplicarla creo que nos la chufla.

    Al final me he enroyado!!!

    Bueno Maria, en esta no estamos de acuerdo ;) o si?
    musu!

     
    On 2/23/2011 8:36 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    El lenguaje también es diversidad. La hegemonía del management de auereopuerto funky es casi monocultivo y una especie agresiva que trata de arrasar con otras. Amalio, igual que quizá tengas razón y no deberíamos huir ante la colonización de ciertas palabras, probablemente tampoco tengamos que renunciar a nuestros registros y formas de expresarnos y producir conocimiento. Todo no puede ser simple y rápido, efectista… Eso es el capitalismo.
    También es cierto que al mismo tiempo somos presa de esas formas de expresarnos, que es cierto, muchas veces ponen distancia con aquell*s con quien queremos comunicarnos, con quienes queremos sumar a la lucha. Pero también es cierto que los totalitarismos han quemado muchos libros y eso es porque quienes en tantos sitios han luchado por la libertad, han leido muchos libros, han construido su pensamiento, su conocimiento compartiendo muchas lecturas, haciendo cada vez más complejo su pensamiento (aunque como yo, sólo se lean las solapas, leer, ilustrarse, fortalecer el lenguaje, es luchar).
    Quizá debamos trabajar en expresarnos de un modo más sencillo, puede ser. Quizá debamos colonizar (ocupar) ciertos espacios del capitalismo, siguiendo su propia estrategia (como por ejemplo hacen los YesMen http://theyesmen.org/ ). Pero sobre todo, debemos saber qué queremos decir cuando jugamos con las palabras. Muchos movimientos contraculturales han hecho su lucha desde la diversión (del situacionismo al punk), pero el capitalismo funky no es luchar es colaboracionismo. Así que, si tengo que divertirme, me agarro a esa proclama de los 80 en Euskadi del “Martxa ta borroka” (Diviértete y lucha).

    Y por otra parte, arnaumonty, totalmente de acuerdo. Nuestro discurso peca de lo que somos, simples burgueses inconformistas, que hablamos desde nuestro confortablemente precario espacio de confort. Cada vez con más frecuencia me levanto de la cama siendo consciente de que estoy totalmente institucionalizado y que no soy capaz de generar alternativas para resituarme (o no soy capaz de asumir y enfrentarme a las que se me presentan, de emanciparme). Mientras espero a que sea la realidad la que me emancipe, sigo intentando cada día ser capaz de hacerlo por mi mismo y en comunidad.

     

    Buf, realmente apasionante. La jornada eabierta18f me dejó tres temas pendientes para una próxima ocasión: conversar con Amalio con calma, conocer mejor los puntos de vista de Maria y aventurarme en los caminos de las indias electrónicas (Natalia, estás por ahí???).

    Maria, me encanta que introduzcas términos desconocidos para mí. Coincido contigo en muchos puntos. Desde el año 1999 llevo metido en esto de la innovación, y te puedo asegurar que esta hiperinflación es sólo de palabra. Las empresas no innovan de manera sistemática -ni en general de manera esporádica- y los gurús de turno y las marcas intentan convencernos de que tienen la receta mágica. Hasta la administración de Madrid se inventó la i minúscula para tener algún indicador que luciese en EU.

    Pero a lo que iba. Yo creo que la innovación tiene algo de poco higiénico. Ya no se trata de sacar productos nuevos como churros para mantener el consumo a costa del planeta, ni de contar con la contribución altruista del conocimiento de miles de personas para incrementar mi facturación (innocentive), sino de apostar por la redefinición del modelo de negocio y reorientar la empresa.

    No sería mucho más higiénico y natural que la empresa que pierde su ventaja competitiva se muera y que otras más jóvenes la reemplacen? La innovación es como el botox. Insufla aire nuevo en la empresa de cara a la galería, pero por dentro la empresa está muriendo. Clústers, endogamias, gurús, ayuda pública, parques inmobiliarios y burbuja innovadora.

    Y el botox acaba pasando factura...

    Cómo llevas el proyecto de tesis?

    Pere

     

    Estoy bastante de acuerdo con gran parte de las ideas que expone María en su texto. Supongo que este debate se debe a que no sabemos diferenciar dos realidades que se solapan pero que efectivamente no son lo mismo. María critica la innovación como capa discursiva que sirve para modernizar, coolizar, justificar y legitimar cualquier pequeño cambio que se dé en el ámbito empresarial. Empresas que abren blogs son innovadoras, empresas que twitean son innovadoras, empresas en que los empleados se disfrazan una vez al mes tb lo son, etc. De forma paralela nos encontramos con proyectos empresariales que están preocupadas por cambiar las dinámicas de producción y captura de valor y su efecto en las comunidades en las que operan, proyectos que están experimentando con modelos de organización no jerárquicos, empresas que procuran devolver riqueza al dominio público etc. También son descritos como proyectos innovadores pese a que ambas categorías distan mucho de parecerse.
    Cuando en YP escribimos el libro Innovación en Cultura http://www.traficantes.net/index.php/trafis/editorial/catalogo/coleccion_mapas/innovacion_en_la_cultura_una_aproximacion_critica_a_la_genealogia_y_usos_del_concepto ya denunciábamos esto. Para ello creamos diferentes categorías para analizar lo que se denomina innovación que no es más que una mezcla de atributos económicos, ideas manageriales, ideales románticos y enunciados oportunistas que se recombinan bajo un término paraguas. Vivimos un momento de inflación semántica, pero esto pasa en todos lados. Pasa lo mismo con el término procomún. Es mucho mejor ser procomún que no serlo, pese a que no se entienda realmente que implica. Una empresa que sea procomún e innovadora es lo más de lo más, o debería de serlo.
    ¿A donde quiero llegar? Creo que para ser operativos deberíamos olvidarnos un poco de estas categorías y empezar a escrutinar los modelos de producción que subyacen a muchas de estas empresas “abiertas”, “innovadoras”, “procomún”, etc…Pq nos vamos a llevar varios sustos. De igual forma que si diseccionamos aquella empresa que por recomendación de un consultor abre un blog para ser más innovadora, nos vamos a encontrar un entorno empresarial rancio, lleno de jerarquías, con bottom lines tradicionales y poco más, si analizamos algunas de las empresas más “procomún”, seguramente bajo su enunciado nos vamos a encontrar con formas de trabajo discriminatorias, distribución desigual de beneficios simbólicos, etc. Lo contrario también puede ser verdad, hay empresas “tradicionales” cuyos modelos de organización son increíbles y modelos de producción basado en el procomún que llevan años funcionando y que no se presentan como innovadores ni que son para nada abiertos.
    Creo que es hora de quitarnos las mascaras (discursivas) y de meternos de lleno en la basura que suponen los modelos de organización de seres humanos, con sus tiranías, tensiones, desigualdades y propensión a disimular los celos, envidias, complejos y demás características humanas. Hasta que no trabajemos este fondo del asunto no vamos a poder salir de lo meramente enunciativo. Lo que Boltanski y Chiapello denuncian es cómo efectivamente las pasiones, exigencias y necesidades de los trabajadores fueron internalizadas y convertidas en modelos de organización del trabajo opresivos y nocivos para nuestra salud. Quienes venden innovación, en muchas ocasiones no hacen nada por cambiar estos modelos organizativos, tan sólo los hacen relucir más. Por otro lado, los micro, aun no hemos logrado convertir nuestras denuncias políticas en modelos de trabajo efectivos. Nos seguimos autoprecarizando, autoexplotando, etc. Pese a ser hábiles en definir bien los problemas que nos afectan.
    Cada vez me aburre más hablar de innovación, porque es todo y nada a la vez. Lo mismo me pasa con procomún. ¿Empezamos a mojarnos y analizamos el fondo del asunto?¿Buscamos modelos de autogobierno económico que nos permitan trabajar de otra manera? Creo que hace falta.

     

    Este texto divulgativo que escribí para "Inmersiones 010" habla un poco de la economía creativa.

    CREATIVIDAD SOCIAL

    La creatividad es la capacidad de crear, de pergeñar cosas nuevas. Ya sean de naturaleza material (objetos) o inmaterial (ideas). El ser humano disfruta creando, eso es una realidad. Porque llevamos la creatividad en nuestros genes. Aunque muchas veces no seamos conscientes de ellos, pues no se nos educa para ser creativos. Más bien se nos educa para todo lo contrario: para insertarnos en una maquinaria cimentada en la producción mecánica y en el consumo, también mecánico. Y es una lástima. Porque la creatividad nos sirve para vivir más plenamente.
    Aunque la mayoría de las veces asociamos el concepto “creatividad” con “arte”, y esto es un error. Porque una persona es creativa cuando consigue bucear en su propia mente, alejarse de roles y estereotipos, y convertir su vida en una obra. En ese sentido podríamos afirmar que una sociedad que considere la creatividad como un valor substancial, un valor en sí mismo, sería una sociedad más plural, más crítica, más flexible, más imaginativa y, por tanto, más plena.
    Y desde hace unos años, con el nuevo ciclo recesivo en el que ha entrado la economía global, se habla mucho de la creatividad aplicada a los procesos económicos. Pero no como fórmula para repensar dicha economía, para hacerla más solidaria, más ecológica, más sostenible, sino como herramienta, como recurso, para asomar la cabeza por encima del bache económico en el que estamos hundidos. Y así la “economía creativa” es ahora mismo el tema obligado a tratar en los consejos directivos de las grandes corporaciones. Se está apostando por crear nuevas culturas empresariales -más creativas, más imaginativas- orientadas al desarrollo de propuestas innovadoras que ayuden a producir y a vender más objetos de consumo. Es decir: la idea es utilizar la creatividad para seguir alimentando a la amoral e insolidaria economía de mercado sin realmente llegar a insuflar aquella en el ADN de nuestra sociedad. En ese sentido los individuos y colectivos que se dedican actualmente a las prácticas creativas tienen que estar muy atentos para que las empresas no capten y utilicen esa creatividad en su propio beneficio. Y, por otra parte y al mismo tiempo, los agentes creativos deberían aprovechar ese actual acercamiento del mundo empresarial hacia el ámbito de la creación para intentar insuflar algo de cordura al sistema de de mercado.
    Según John Howkins (“The creative economy”) la mayor parte de las grandes corporaciones transnacionales surgieron de la cabeza de una o dos personas. Personas que planteaban nuevos enfoques, nuevas maneras de hacer las cosas. Un ejemplo que todos conocemos es “Google”. Obviamente podríamos considerar lo mismo sobre el arte del siglo XX: se ha cimentado en las ideas de unos cuantos artistas, “genios”: Picasso, Dalí, Duchamp, Pollock, Warhol… Howkins distingue al respecto entre creatividad e innovación. La primera, según él, es subjetiva y reside en el individuo. La segunda, por el contrario, es objetiva y parte de un grupo. Howkins asegura que vivimos en una “sociedad creativa”, basada en el talento más o menos personal. Por contra, la innovación es, en su opinión, un proceso social. Pero no vamos a entrar en un debate de términos. Quizá lo interesante sería saltar sobre esta cuestión para caer en otro terreno. Y poder conjeturar así que la mejor manera de incidir en la sociedad no es desde una posición de creador autónomo, de artista, sino desde una esfera que trascienda a lo personal. Llámese “creatividad social” o “innovación social”. Porque la realidad es que el arte de los últimos tiempos basado en la creatividad individual no ha conseguido introducir ésta en la sociedad. Más bien lo que ha hecho es convertirla en un producto de compra y venta más.

     

    Personalmente entiendo y estoy de acuerdo con todos en bastantes cosas.Creo que María y Ricardo tienen mucha razón cuando hablan de que se ha s pervertido en muchos casos esa palabra llamada Innovació. son puntos de vista que comparto desde hace años, casi nadie quiere oir esas críticas pues tiran por la borda muchos chiringuitos que mucha gente se ha montado ( BURBUJAS).
    Ahora bien, estamos escribiendo en esto precisamente porque algunas personas han creado cosas como wordpress, blogspot. Es decir han inventado-creado plataformas o espacios donde antes no había nada.Me gusta muy poco la palabra innovación, aunque me gusta eso de explorar, inquietudes, crear etc.
    Actualmente empieza otro circo, es el de las experiencias, marketing experiencial, vivir experiencias, etc. Es como si hay que crear un nuevo ´sarao´que de de comer.
    Recuerdo una jornada de turismo experiencial donde NO SE CONTARON EXPERIENCIAS( cosa que a algunos presentes no dejo de llamarnos la atención, los ponentes- teçoricos se hacian pajas mentales algunos de muchas cosas ( pasando por caja claro).
    No obstante creo que hay que ser realistas, vivimos en un sistema , queramos o no capitalista( con sus cosas malas y buenas ), y todo el ´puto´sistema necesita alimentarse y realimentarse con nuevos productos, servicios, cosas, conceptos .
    Un saludo

     

    Hola Begoña. Pues por lo que dices parece que tampoco estamos tan en desacuerdo. Lo único que no comparto -y que creo que es super necesario discutir- es que el uso que se haga de nuestro trabajo no es asunto nuestro. Sí lo es. Otra cosa es que no tengamos capacidad para controlarlo o no tengamos más remedio que aceptar los usos que no compartimos (por razones económicas de supervivencia, o por razones estratégicas de que eso mismo que produces también se puede usar para otras cosas y en sí eso ya le da un valor). Pero sí tenemos que ser conscientes de qué papel jugamos y hacia dónde queremos ir.
    Lo de mayo del 68 era una citación de Chiapello y Boltanski, tomando esa fecha como momento simbólico en que empieza el cambio de valores que hoy se encuentra en los discursos de la innovación: moal no tener jefe ni horarios, mola poder proyectarse creativamente en el trabajo, mola ser bohemio y nómada y moderno y tal. De todas formas, también hay otras influencias en esto de las que hablo en el otro texto, el #1 de la economía creativa para el underground. Y desde luego que son todo aproximaciones parciales que necesitan mucha más elaboración y matices.

    Amalio: sobre la colonización del lenguaje, lo que me pasa -y por eso me resisto a recogerte el guante- es que no acabo de entender a dónde quieres llegar. Tampoco sé desde dónde hablas tú exactamente. A mí me da igual decir “innovación” o “pepino” como mis amigos. Me importa saber qué queremos decir con eso y para qué lo decimos. ¿Tú en qué crees?

    Hola Pere, qué tal? Bienvenido al debate y gracias por aportar desde la experiencia de la Universidad, que también tiene tela, porque claro, ahora las universidades tambien compiten entre ellas como empresas, con los mismos códigos. Dicho esto, a mí personalmente me interesa mucho más la innovación educativa que la empresarial (aunque ya sé que cuando dicen innovación no dicen innovación educativa, pero deberían). La tesis, pues igual te lo cuento en privado, no vaya a ser que haya algún director de tesis por aquí ;-)

    Jaron, muchisimas gracias por explicarlo tan bien. Creo que son el tipo de matices o profundizaciones que echaba en falta Amalio, que yo comparto, pero insisto, me parecía más útil ir a las bravas porque sino todos los presentes iban a decir que su empresa es “de las buenas” y no estaríamos teniendo este debate (desde este punto de vista, mi intervención fue totalmente instrumental, no hay duda). Efectivamente, hay que empezar a trabajar en serio.

    Idem Iñaki: por ahí vamos!

    Hola Ivan. Lo que dices sobre que “el sistema” es así y punto, es uno de los temas más peliagudos. Cuando digo que la economía es una ciencia discursiva y no una ciencia exacta, me refiero justamente a eso. La economía de mercado no existe, es una creación resultado de decisiones y de normas de funcionamiento. No es una realidad inevitable, como que todos nos vamos a morir o como que si tiro una manzana al aire me cae en la cabeza. Precisamente la teoría económica neoliberal de lo que se ha encargado estas ultimas décadas es de poner en pie un discurso “naturalizante” sobre las relaciones de intercambio: son así y punto (la famosa mano invisible del mercado). Pues no. La mano invisible es invisible, pero es una mano.
    El modelo actual es insostenible, no va a seguir funcionando, hay que cambiar y cambiar de verdad y no por los niños de Africa o por razones morales (que igual también), sino por razones prácticas, porque nos está estallando la mierda en la cara. Y para mí si hablamos de innovar tendría que ser para eso y no para que Fagor venda más lavadoras o saque más margen de ganacias porque las fabrica en China pagando salarios de mierda. Porque claro, a la chavala de 16 años que está allí en una cadena de producción no se le abre un blog ni se le invita a tomar parte en dinámicas participativas, ni siquiera se le da derecho a sindicarse. ¿Esto no es problema de Fagor porque la empresa que contrata a esa chica no es del grupo Mondragón o porque Fagor no tiene la culpa de que en China no haya derechos laborales? Jajaja.

     
    On 2/24/2011 7:41 p. m. Anónimo dijo...

    Hola, jóvenes.
    Yo vengo del lado oscuro. Fui director de recursos humanos de una gran empresa. Creo que me ha costado muchos años entender algunas cosas que pasan.
    Después de leer toda esta colección de opiniones, de sacar punta al lenguaje y de reconocernos en la esquizofrenia, creo que merece la pena sonreír un poco. Cuando estábamos montando estas jornadas -no os engañéis porque esto ha sido cosa de dos descerebrados- yo pensaba que necesitábamos reírnos de lo que decimos, pero sólo para tomar más conciencia aún de que es absolutamente necesario buscar las consecuencias de nuestros actos. Tirar de lo cool y hacer feliz a la gente pasa demasiadas veces por generar infelicidad. Si no lo consigues, no hay mercado. La obsolescencia se programa: ahí tienes el virus para innovar. El sistema se come a sí mismo en un bucle que se repite... ¡hasta que alguien o un grupo de alguienes meten caña! La crítica -eso con lo que tan poca gente disfruta- es ahora más necesaria que nunca.
    Cuando María nos envió el texto le dije que me parecía muy suave. Todo es relativo. La innovación está afectada por una especie de afasia de Wernicke: no dice nada. O no; quizá dice todo para quien tiene fe y no mira las consecuencias porque cree en el más allá.
    Damas y caballeros, sonrían para la foto: ¡Gracias! Han quedado perfectos.
    Y por cierto, yo también creo que hay todo un discurso sexista de hondo calado en el panorama empresarial, innovación incluida. Y creo que es mucho más potente y dañino de lo que muchos hombres queremos ver.

     
    On 2/24/2011 9:49 p. m. diego s. dijo...

    Si asumimos que hay empresas con vocación de viabilidad deberíamos concluir que innovación y procomún, son compatibles.
    Como otros han apuntado el problema está la interpretación economicista del término innovación. Estrictamente la innovación es la puesta en valor de las ideas. El problema es quien asigna valor a esas ideas. El mecanismo de validación más extendido es el mercado y por tanto se vincula la innovación al rendimiento económico. Pero esa es una interpretación limitada y no veo por qué deberíamos conformarnos. llamadme utópico pero mi apuesta personal y empresarial es que basta con crear la oferta para estimular la demanda.
    Para compensar la aserción os mando un abrazo y una sonrisa.

     

    Lo verdaderamente innovador sería que las personas recuperáramos el control de nuestras vidas (que se perdió poco antes o poco después del paleolítico, según mis cálculos): la alimentación, la energía, la salud, la vivienda, el medio ambiente, la educación, el trabajo, la seguridad, el gobierno.

     

    María, el verano pasado acudí a la presentación del primer trabajo de esta serie en ZZZINC y te he leído desde entonces. Conocí tu blog por Clara y Andrea.

    El cambio de las condiciones de trabajo creo que es anterior a la fiebre de la innovación. La situación actual no es muy distinta a la que describía Richard Sennet en “La corrosión del carácter”, que es de 1998. Se ha extendido a cada vez más sectores económicos y se ha profundizado por artefactos como el móvil y nuestra disponibilidad permanente. Ya no vendemos nuestro trabajo sino que debemos vender la persona completa, que además debe identificarse con el espíritu y los valores de la empresa, aún cuando no haya demasiadas empresas con valores. Y con los Facebooks y demás se están borrando para mucha gente las fronteras de la privacidad, y la propia intimidad forma parte de muestra “marca personal”, que el mercado valora.

    De alguna forma, en el trabajo de hace algunas décadas la empresa ofrecía una cierta protección –que por supuesto se cobraba- y la competencia capitalista funcionaba más entre las empresas que entre los trabajadores de empresas grandes, que respondían a esquemas jerárquicos, que recordaban a los del la universidad o el ejército. Y en algunas empresas, especialmente las que tienen un monopolio o un mercado muy controlado, sigue funcionando así.

    Pero en general ya no es así, y ahora además de (o, a veces, en vez de) competencia profesional, debemos ser cool, estar casi permanentemente disponibles, emplear nuestro tiempo libre de una determinada manera, utilizar nuestras relaciones personales, etc. Es curioso que ese proceso haya sido paralelo a la desaparición en muchos lugares del uniforme de americana y corbata. Tampoco es casual la avalancha de libros que mezclan la gestión de empresa y la autoayuda. Se ha mezclado todo. No sé si teníamos alternativa, pero esa es otra cuestión.

    Y por otra, se mercantilizan nuevos espacios: la inteligencia colectiva, los fans, etc. Y la aceras de las calles -como mínimo en Barcelona. Hay que buscar mercancías o materias primas donde sea. Y, podamos evitarlo o no, yo también creo que es importante saber “a quién interesa, si cuales son los intereses, quién saca partido de tanta apertura, tanta creatividad, tanta sostenibilidad… Si hay algo más allá de un nuevo modelo de negocio o de un intento de refundar el capitalismo desde sus fisuras y periferias.”

    De todas formas, nada de todo esto es algo que deba extrañarnos mucho si hemos aceptado como algo natural la expresión recursos humanos.

    Quizás sería útil para saber si hay o no una burbuja de la innovación, analizar qué hay dentro de esa innovación, qué parte tiene que ver con investigación y generación de nuevo conocimiento, qué parte con simple reducción de costes, y qué parte con crear o adaptarse a las modas y reducir el ciclo de vida de los productos. Llevo un buen rato dándole vueltas a tu artículo y no estoy muy seguro de esa burbuja.

     
    On 2/25/2011 6:36 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    Jaron, como decía Eskorbuto “Busco en la basura algo distinto, busco en la basura algo nuevo, busco en la basura algo mejor”. Totalmente de acuerdo, tenemos que sumergirnos en todas las contradicciones, las nuestras y las de l*s demás, tenemos que salir de los espacios de “confort”. Hay mucho por hacer, es apasionante y es genial hacerlo junt*s.

    Airotiv, eso que apuntas es la vuelta de tuerca que tenemos que atrevernos a dar: de la creatividad aplicada a los procesos económicos a la creatividad aplicada a pensar los modelos económicos, la propia economía.

    Iván, yo el día que asuma que el sistema capitalista ES EL SISTEMA y no se puede cambiar, cumpliré la amenaza que hice en la Jornada. Por ahora sigo autoengañándome, quizá por puro instinto de supervivencia.

     

    por no reiterar lo dicho, quisiera decir algo nuevo (pero no innovador ;)

    Si la innovación no sirve para cambiar las condiciones de trabajo (que son, en todos los sectores y en todos los ámbitos) cada vez más indignas, creo que no nos sirve. Si la innovación no sirve para redistribuir la riqueza, creo que se convierte en un término puramente retórico. Si las condiciones materiales de un alto procentaje de gente son lamentables y la innovación no señala y ataca ese conflicto, ¿qué puede ofrecer la innovación?

    Seguramente el concepto de innovación se agotará y vendrá otro, pero los conflictos serán los mismos. Lo importante es ver cómo cambiar estructuralmente el modelo capitalista para que la prometida redistribución de la riqueza sea una realidad, para recuperar el cada vez más menguante estado del bienestar y para abolir las formas legitimadas de explotación (norte/sur, fuerza migrante, etc.) y, ya puestos, visibilizar las formas de autoexplotación para inyectar ese excedente en la creación de espacios de autonomía.

    Si hoy toca deconstruir lo que esconde el concepto de innovación y mañana toca deconstruir otro concepto, pues se hace (no se nos caerán los anillos por eso) pero no olvidemos que no hablamos de innovación porque queramos darle una oportunidad al concepto o porque nos sugiera nada en particular, sino para visibilizar una y otra vez los desequilibrios materiales que esa retórica esconde.

    Estoy con jaron (y no sólo porque sea mi socio ;), nos falta imaginación para pensar modelos autogestionados bajo los que producir otras formas de valor, analizar el discurso está bien y es necesario, pero la práctica política se ha quedado huérfana de prácticas concretas, de experimentos en el terreno real (los hay, pero lamentablemente pocos y en ocasiones demasiado desconectados). Probablemente faltan prácticas políticas concretas porque supone renunciar a un modo de hacer que, bueno o malo, reproducimos por incercia. Y ese sí que es un concepto tanto o más jodido que el de innovación...la inercia. Básicamente porque la inercia nos convierte en seres conservadores y tremendamente previsibles, tan previsibles como este comentario.

     

    Jaron:
    De acuerdo con que usamos el término de innovación para dos situaciones que son muy diferentes. También estoy de acuerdo que la “inflación semántica” se da en todos lados, incluso añadiría, en el discurso de la izquierda crítica. Lo único que le salva a la izquierda (OJO, ahí estoy yo, por si no estaba claro) es que no encuentra espacio en los medios pero el meta-discurso conduce a ese tipo de resultados. OK, quitémonos las mascaras discursivas y salgamos de lo meramente enunciativo, así que según mi lectura, la esencia del procomún y la innovación no está en las categorías como contenedor, sino en el contenido. Por ese camino, no cabe otra opción que reconocer la diversidad. Lo que me molesta es que pillemos una categoría y nos obsesionemos con ella. La fatalicemos o euforizamos como un todo-o-nada. La realidad es mucho más compleja que eso. Pero OJO, Jaron, para profundizar en el fondo que propones, y que enlaza con la tesis que intento explicar desde que aterricé en este blog, tendrás que utilizar categorías, tendrás que ponerle nombre a las cosas, entonces ahí quiero verte evitando las trampas del lenguaje. Tú mismo en la argumentación que usas, generalizas demasiado. La intención de matizar, que destaca María, termina reduciendo la innovación a “atributos económicos, ideas manageriales, ideales románticos y enunciados oportunistas”. Según tu lenguaje, “no es más que eso”, y después metes en un mismo saco a todos “los que venden innovación”. Si la innovación y el procomún son “todo y nada a la vez” se debe a dos razones: 1) son categorías que tienen naturaleza diferente según quien la use, así que tendríamos que conversar de eso, 2) el argumentario al que apeláis para hablar de esto es tan discursivo y autorreferencial como lo que criticáis. Pienso que lo que no se entiende aquí, y que quizás yo veo (mal o bien) con mis años, es que los “modelos de autogobierno” que buscas construir (y yo también) exigen paciencia. El personal no va muy sobrado de paciencia. No intentes ir a por ese objetivo por la línea recta, ni anunciando con un altavoz ese estupendo propósito (lo único que vas a conseguir es que la gente se asuste). Esos modelos se fraguan desde la micro-intervención, sin grandilocuencias, ni purismos excluyentes.

     

    Antes de leer a Diego S. y Alex, empezaba a sentirme como el dato anómalo de esta tertulia. Me invadía una sensación de soledad que es a la vez buena y mala, pero ya estoy acostumbrado porque padezco el “mal del emigrante”: me siento extraño o bicho raro en los dos bandos. Esa sensación es frustrante y liberadora a la vez. Gracias, Diego s., porque lo has explicado genial. El problema está en la “interpretación economicista” del término innovación. Si entendemos la innovación como “la puesta en valor de las ideas de cambio”, la clave está en quién y cómo asigna ese valor. Con lo que yo tampoco estoy de acuerdo es con la “interpretación limitada” y conformista que tú precisamente comentas. En la misma línea se expresa Alex, y con el que estoy totalmente de acuerdo cuando pide profundizar en: “qué hay dentro de esa innovación, qué parte tiene que ver con investigación y generación de nuevo conocimiento, qué parte con simple reducción de costes, y qué parte con crear o adaptarse a las modas y reducir el ciclo de vida de los productos”. Por ejemplo, si María hoy está pudiendo tejer redes y reflexionar con nosotros (es decir, sumando valor) a través de su post, eso se debe precisamente a que alguien, innovando, creó el blog como herramienta de conversación. La “innovación” no es ni buena, ni mala per se. Depende de para qué fines se use, y no deberíamos ser tan exigentes, ni tan puristas a la hora de etiquetar las opciones. Hay gente que “innova” para fabricar armas (de guerra, o de propaganda nefasta), y otros para salvar vida. La vida de tus amigos o de mis hijos. Así que centrar toda la furia en una etiqueta tan instrumental exige, como ya he dicho, matizaciones. Por otra parte, pienso que estoy en mi derecho de defender el enfoque incremental como itinerario de transformación. Si queréis dinamitar el Capitalismo desde la soberbia de la generalización, yo no me veo ahí. Ya tengo experiencias anteriores en mi vida de enfoques parecidos, y sé que no funcionan. No me cansaré de insistir que el único camino realmente sostenible es el inclusivo. Sé que eso tiene límites, pero mi barrio va a ser todo lo diverso que pueda, y me dejen. Bajo el listón de expectativas a cambio de que entre más gente.

     

    Después de leer los comentarios de los compañeros, he pensado que valía la pena volver a tu post, a la fuente original, y releer lo que escribiste. No quiero perderme en la contra-argumentación de la argumentación, y creo que lo valioso está en centrarse en tus tesis. Así que ahí van las conclusiones de releerte.
    Cierto tipo de innovación puede ser “un instrumento impulsado artificialmente”, por supuesto, pero hay también otra buena parte que se erige sobre bases genuinas porque nace de querer: 1) superar las nuevas dificultades que impone la crisis, 2) canalizar el nuevo conocimiento emergente, ahora más asequible, hacia la resolución creativa de viejos problemas como la salud, el transporte, la vivienda, etc., 3) aprovechar las ventajas de la tecnología para optimizar recursos y descubrir nuevas oportunidades. Mucha de la innovación que se hace hoy, insisto, que se HACE, no es de mera “naturaleza discursiva”, ni “auto-referencial”, sino mejoras tangibles que emanan de la acción y que se traducen en productos, servicios y soluciones que se compran (el mercado), o se usan (la sociedad).
    La innovación no puede constreñirse al ámbito de las ciencias económicas, y ese es un sesgo evidente que domina tu argumentario. Vale, es parte de tu discurso crítico porque pretendes con ello responder al comportamiento dominante que tú ves, pero yo me niego a entrar en ese bucle. La innovación que yo conozco, y que practico, es de naturaleza transversal, y también se mueve por territorios no estrictamente económicos. El maridaje entre innovación y el ámbito de las humanidades es cada vez más patente (he escrito mi último post sobre eso, hablando del Design Thinking). Antropólogos, etnógrafos, sociólogos y profesionales de otras disciplinas ajenas a la Economía y al ámbito empresarial están participando cada vez en dinámicas y proyectos de innovación. A mí me consta eso, y por si te sirve, lo dejo aquí documentado.
    Podemos discutir, si quieres, las finalidades para las que sirve la innovación. Es cierto, totalmente de acuerdo, que el sistema genera mecanismos para “cambiar con el fin de que no cambie nada”. Todos los sistemas hacen eso, es parte de su obsesión homeostática, y la innovación es una de las armas que utiliza. Pero hay de todo en la viña del señor, y yo te pido que contemples también otras circunstancias como éstas, y que responden a una lectura más compleja y dinámica del papel de la innovación que la que estás haciendo: 1) La gente cuando se implica en cierto tipo de innovación está adquiriendo unos sanos hábitos de cambio, está “moviendo el culo” de alguna forma, y esa es una cualidad que después no es tan fácil de controlar (por muy inteligente que sea el sistema, que lo es), 2) La acumulación de pequeños cambios, desde una perspectiva evolucionista o adaptativa, puede terminar repercutiendo en una finalidad más transgresora que nadie se había propuesto explícitamente (ya que querías que me definiera te diré que yo creo mucho más en este modelo de transformación, que en el que propone objetivos grandilocuentes que además de asustar, llevan a la exclusión), 3) Hay ciertas dinámicas de innovación, y que son las que gente como yo busca promover, que se centran más en el proceso que en los resultados. Si una organización quiere mejorar, uno intenta que lo haga de un modo que también cambien las personas. El resultado “oficial” del proyecto puede ser haber obtenido más ventas, cuestión que no me moviliza en absoluto, pero si uno observa con una mirada más profunda, se da cuenta que el verdadero impacto se ha dado en desarrollar una actitud más proactiva y participativa, o incluso en poner la semilla para el afloramiento de un espíritu crítico que se terminará proyectando en otros ámbitos de la vida.

     

    Sigo con mi relectura, y mi asertividad. Discrepo contigo, y esto me parece importante, que conceptos como inteligencia colectiva, funcionamiento en red, o transparencia sean “el resultado de la evolución de la literatura empresarial”. Creo que confundes el orden de las cosas. Esos conceptos nacieron de la necesidad de explicar un escenario para el que los libros de management no tenían una nomenclatura reconocida. Su naturaleza es emergente, porque responde a dinámicas que la gente empezó a desarrollar gracias a nuevas oportunidades que posibilitó la tecnología. Los practicantes más ilustrados empezaron a ponerle nombres a eso, por su cuenta, dentro de un proceso de autodescubrimiento, y entonces, ains… fue cuando llegó el Management oportunista para apropiarse de esa jerga emergente, e industrializarla. Es que ha pasado así siempre, y seguirá ocurriendo. El origen de todo hay que ponerlo en su justo punto, y nos lleva a eso que critico de dejarnos colonizar el lenguaje. Es que nos obsesionamos con las palabras, y así nos va. Criticamos la naturaleza discursiva de la innovación con un meta-discurso de la semántica que es aún más recursivo. A ver, ¿por qué conceptos como “inteligencia colectiva”, “ética hacker”, “transparencia” o “funcionamiento en red” no pueden ponerse al servicio de una crítica social auténtica? ¿Qué nos impide hacerlo? ¿Es que tenemos que inventarnos, necesariamente, nuevas palabras? ¿Salimos corriendo en busca de un nuevo lenguaje gremial para que no nos contaminen, pero tampoco nos entiendan?
    Las circunstancias que rodearon el Mayo del 68 son radicalmente distintas a las que tenemos hoy, al inicio del siglo XXI. Está bien aprender de las analogías históricas, y es un ejercicio intelectualmente nutriente, pero me niego a explicar lo que está pasando hoy desde esa referencia. A ver si nos enteramos que Internet está cambiando la lógica social de tal modo que la construcción colectiva se ha vuelto muchísimo más compleja de lo que fue entonces. Han entrado en escena nuevas variables que, probablemente, sugieren la necesidad de que esa tan ansiada “crítica (explícita) al capitalismo” se manifieste hoy de otra manera, mediante mecanismos más sutiles y menos directos. Estoy pensando en las oportunidades que propicia lo emergente, las redes espontaneas y el aprender-haciendo. Yo creo que hay gente que está HACIENDO mucho más por cuestionar el capitalismo, desde la micro-intervención y el trabajo cotidiano a una escala modesta, sin tantas pretensiones, ni proclamas, que los que van por ahí DICIENDO (quejándose de) lo descontentos que están con el sistema, y perdiendo el tiempo con sus mega-planes que, en efecto, son un buen ejemplo de esquizofrenia recursiva.
    No veo necesariamente en el espíritu de la innovación una “ficción celebratoria”. Es una reacción lógica y legítima (aunque incompleta, eso sí) ante lo que se nos viene encima. Yo percibo mucha preocupación en los que proponen seriamente la necesidad de innovar. No veo tal fiesta, más bien mucho miedo. Es lo que está haciendo a muchos mover el culo por primera vez en su vida, y lo hacen mediante un palabro instrumental, que llámese pepino o innovación, significa lo que significa: mover el culo, HACER cosas distintas a las de antes. Ah, que hay mucha gente que le sirve la burbujita para auto-engañarse. Por supuesto que sí, como en todo.
    Por supuesto que estoy de acuerdo que los planteamientos del nuevo (y yo añadiría, el viejo) management “son políticos”. Obviamente hay mucha ideología incrustada ahí. Si me conocieras bien, sabrías que no rehúyo a esa lectura. Pero yo no estoy criticando la respuesta política, sino el discurso político inteligible. Perdón, corrijo, no lo critico, sino más bien me da pena porque me parece inoperante.

     

    begonafunky habla de que todo se instrumentaliza. Ahí estoy totalmente de acuerdo contigo, María, en que a mí tampoco “me la chufla” que eso ocurra, y convendría estar muy al tanto de la finalidad que se le da a lo que hacemos. He dicho que “no” muchas veces cuando he sospechado que lo que voy a hacer favorece a una propuesta de valor ético (y político) que rechazo. Pero como ya dije, la verdad es que me fijo más en el proceso, en lo que puedo aportar en el proceso, porque sé que eso a medio y largo plazo generará otros resultados.
    Julen, por supuesto que hay “un discurso sexista de hondo calado en el panorama empresarial, innovación incluida”. También en el político y el jurídico, pero a la hora de asignar responsabilidades, yo no hablo ahí en primera persona. El dato-género para mí es absolutamente irrelevante en estas cuestiones, y sé bien lo que digo.
    Ricardo, nadie tiene que renunciar a su forma de expresarse. Pero hay una forma de crítica que es efectiva, y otra que lo es menos. Hay coherencias e incoherencias. Y si el discurso es crítico con lo discursivo-autorreferencial, llámese innovación o lo que sea, entonces lo que yo pido es que no se caiga precisamente en lo mismo. El meta-discurso onanista me aburre mogollón, y tengo que decirlo. Lo siento, pero mi conclusión es precisamente la que citas en tu comentario: “tenemos que trabajar para expresarnos de un modo más sencillo”.
    Personalmente, María, no veo operativo “ir a las bravas”. Creo que eso siempre genera un efecto contraproducente. La gente no escucha cuando siente que se le acusa, ¿no te pasaría también a ti? ¿qué abordaje prefieres, el que matiza sobre tu persona o el que te etiqueta? ¿Si estas reunida con el EOI crees que te van a escuchar más desde la hiper-crítica? Yo pienso que no, que es todo lo contrario. Y si crees que no te van a escuchar de ninguna manera, entonces mejor nos callamos, ni nos reunimos.
    Por cierto, Ricardo, ¿No ves tú también en el lenguaje de la izquierda ilustrada también mucho “monocultivo”? ¿Aprecias tú tanta diversidad, incluso, en este foro? ¿No te parece que somos a menudo bastante excluyentes con las dichosas lecturas alternativas?
    Por ejemplo, María, no entiendo bien eso de “desde dónde hablo yo exactamente”. ¿me pides una acreditación de origen o de afiliación política? ¿qué tengo que hacer para ganarme el derecho de que a ti te dé lo mismo que yo hable de pepinos o de innovación? ¿Qué importa eso a la hora de juzgar mis palabras? Creo que he sido claro, hasta lo que se necesita para juzgarlas, no?

     

    Y ya termino mi serie, que era hora. Como ves, voy publicando a cachos las ideas que me sugiere tu post y esta conversación.
    Ahora viene mi opinión más comprometida, porque me referiré al discurso crítico desde la cultura que, para mí, vive atrapado por la obsesión creativa. Es hiper-liquido por definición. Necesita negarse cada cierto tiempo para saciar la sed frenética de creación.
    Siento que el mundo de la cultura (alternativa, o no) se aburre tan rápido de los conceptos y de las versiones discursivas, que siempre está “en construcción”, como esas páginas-web que jamás se terminan, que nunca se estabilizan.
    Me viene a la memoria la euforia iniciática del procomún, y ahora parece que ya produce hastío. En su momento leí muchas alabanzas al 2.0, pero resulta que ahora es una mera herramienta de mercantilización. La inteligencia colectiva ya no es lo que parecía ser, la habéis vaciado de contenido, es una parodia de sí misma, ya no vale porque está al servicio del Capitalismo.
    Esos bandazos se dan tan pronto como los conceptos empiezan a usarse por más gente. Esa especie de vulgarización mal-entendida molesta y genera una necesidad (pienso que elitista) de parir un nuevo marco de referencia que justifique la sed de creación.
    Al mismo tiempo que la gente empieza a incorporar conceptos como innovación, inteligencia colectiva o web 2.0, y eso capta la atención mediática (esto es inevitable), el tema ya pierde su gracia y se acabó para el discurso-intelectual-hecho-desde-el-mundo-hiper-creativo. Sé que estoy estereotipando, y probablemente caigo así en la misma actitud que critico, pero intento probar si tu lógica de “decir una cosa según el contexto al que me dirija” funciona.
    Buen finde.... para el que haya tenido la paciencia de llegar hasta el último de mis comentarios.

     

    Lo siento, pero por lo visto no se ha publicado un comentario que dirigí concretamente a Jaron, asi que lo vuelvo a subir.
    Jaron: De acuerdo con que usamos el término de innovación para dos situaciones que son muy diferentes. También estoy de acuerdo que la “inflación semántica” se da en todos lados, incluso añadiría, en el discurso de la izquierda crítica. Lo único que le salva a la izquierda (OJO, ahí estoy yo, por si no estaba claro) es que no encuentra espacio en los medios pero el meta-discurso conduce a ese tipo de resultados. OK, quitémonos las mascaras discursivas y salgamos de lo meramente enunciativo, así que según mi lectura, la esencia del procomún y la innovación no está en las categorías como contenedor, sino en el contenido. Por ese camino, no cabe otra opción que reconocer la diversidad. Lo que me molesta es que pillemos una categoría y nos obsesionemos con ella. La fatalicemos o euforizamos como un todo-o-nada. La realidad es mucho más compleja que eso. Pero OJO, Jaron, para profundizar en el fondo que propones, y que enlaza con la tesis que intento explicar desde que aterricé en este blog, tendrás que utilizar categorías, tendrás que ponerle nombre a las cosas, entonces ahí quiero verte evitando las trampas del lenguaje. Tú mismo en la argumentación que usas, generalizas demasiado. La intención de matizar, que destaca María, termina reduciendo la innovación a “atributos económicos, ideas manageriales, ideales románticos y enunciados oportunistas”. Según tu lenguaje, “no es más que eso”, y después metes en un mismo saco a todos “los que venden innovación”. Si la innovación y el procomún son “todo y nada a la vez” se debe a dos razones: 1) son categorías que tienen naturaleza diferente según quien la use, así que tendríamos que conversar de eso, 2) el argumentario al que apeláis para hablar de esto es tan discursivo y autorreferencial como lo que criticáis. Pienso que lo que no se entiende aquí, y que quizás yo veo (mal o bien) con mis años, es que los “modelos de autogobierno” que buscas construir (y yo también) exigen paciencia. El personal no va muy sobrado de paciencia. No intentes ir a por ese objetivo por la línea recta, ni anunciando con un altavoz ese estupendo propósito (lo único que vas a conseguir es que la gente se asuste). Esos modelos se fraguan desde la micro-intervención, sin grandilocuencias.

     

    Ya termino con mi "seriado", que es hora. Como ves, voy publicando a cachos las ideas que me sugiere tu post y esta conversación. Ahora viene mi opinión más comprometida, porque me referiré al discurso crítico desde la cultura que, para mí, vive atrapado por la obsesión creativa. Es hiper-liquido por definición. Necesita negarse cada cierto tiempo para saciar la sed frenética de creación. Siento que el mundo de la cultura se aburre tan rápido de los conceptos y de las versiones discursivas, que siempre está “en construcción”, como esas páginas-web que jamás se terminan, que nunca se estabilizan. Me viene a la memoria la euforia iniciática del procomún, y ahora parece que ya produce hastío. En su momento leí muchas alabanzas al 2.0, pero resulta que ahora es una mera herramienta de mercantilización. La inteligencia colectiva ya no es lo que parecía ser, la habéis vaciado de contenido, es una parodia de sí misma, no vale para nada, está al servicio del Capitalismo. Esos bandazos se dan tan pronto como los conceptos empiezan a usarse por más gente. Esa especie de vulgarización mal-entendida molesta y genera una necesidad (pienso que elitista) de parir un nuevo marco de referencia que justifique la sed de creación. Al mismo tiempo que la gente empieza a incorporar conceptos como innovación, inteligencia colectiva o web 2.0, y eso capta la atención mediática (esto es inevitable), el tema ya pierde su gracia y se acabó para el discurso-intelectual-hecho-desde-el-mundo-hiper-creativo. Sé que estoy estereotipando, pero intento probar si tu lógica de “decir una cosa según el contexto al que me dirija” funciona.
    Buen finde para el que haya tenido paciencia de llegar a mi último comentario :-)

     
    On 2/26/2011 6:58 a. m. Anónimo dijo...

    Jelou eguén. Diossss, leerse todo esto un sábado a las seis de la mañana no augura nada bueno para un día como hoy arrjjjjjjj...

    Algunas conclusiones prácticas y un desacuerdo con Amalio. Primero las conclusiones prácticas.

    1. Hay que moverse entre líneas, pero hay que moverse.

    2. Rubén, humildemente creo que, en mayor o menor medida, bastantes de nosotras/os hemos roto la inercia (yo es de lo que más orgulloso me siento, ahora con la distancia). Sí, creo que hay que romper las inercias. Estoy contigo.

    3. Hay que ser posibilistas y meter caña con lo que podemos; y sí, también mirar a los imposibles. Particularmente necesito también críticas radicales, globales, directas, destructivas e insultantes. ¿Por qué? Porque si sólo practicas el posibilismo, acabas por moverte en la recursividad. Caes siempre en la casilla 28, el pozo, y tienes que volver a la casilla de comienzo.

    Y ahora lo de Amalio: el "dato-género" es absolutamente relevante en estas cuestiones. Porque el discurso de la innovación empresarial está construido mayoritariamente (pero que muy mucho) por ese prototipo de macho que te va tocando los cojones con su todoterreno BMW negro por la autopista. Pura estadística, Amalio, pura estadística.

    Feliz y soleado fin de semana para todas/os. Aunque, jooooder, veo ahora 9 grados bajo cero en Berlín. María, ¿estás loca? Vuelve a casa. ¿Ya te abrigas bien? Ayyyy, a ver si vas a coger algo XDDDDD

     

    Estoy en Rumania (a menos bastante, tambien) con conexión mala. Intento gestionar los comments que se van a spam. Lo siento.

     
    On 2/26/2011 7:14 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    Diego s, que una empresa tenga vocación de viabilidad no supone que su actividad o la manera de desarrollarla produzcan o contribuyan al mantenimiento del procomún. En realidad toda empresa supuestamente tiene vocación de viabilidad ¿no entiendo el argumento?
    Tampoco entiendo a qué te refieres con “que basta con crear la oferta para estimular la demanda”. No veo en que se diferencia esa utopía del funcionamiento habitual del mercado sostenido por el consumismo. Un concepto que a veces hemos utilizado y que creo puede tener que ver con a lo que te refieres es la “sofistificación de la demanda”, pero vuelvo a mi pregunta de siempre “estimular” o “sofisticar”, pero ¿para qué?

     
    On 2/26/2011 7:18 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    Amalio, ja, ja, ja. Cuando he abierto hoy el blog esta mañana casi me desmayo… Menos mal que luego había dos comentarios repetidos ;) Yo que ayer a la tarde ya empezaba a pensar que nos repetíamos y que empezábamos a disfrutar con nuestro propio eco y vas y re-abres un montón de frentes. Como yo también pertenezco a tu especie, la de los persistentes (quizá por eso hemos interactuado tan bien como furbies cuando nos hemos conocido), pues voy a ver si puedo ir sacando punta.

    Es cierto que el lenguaje está lleno de trampas y que nos falta imaginación. Es cierto que a veces lo utilizamos como coraza, como refugio (¿autocomplaciente y autoreferencial?), más que como una herramienta con la que construir-compartir. Es cierto que el problema no son las palabras en si mismas o incluso las categorías y que no me molesta tanto la “innovación”, sino determinados usos instrumentales o simplemente determinad*s usuari*s.

    Es cierto que mucha gente que nos movemos en la creación (sin generalizar) podemos pecar de inconstantes, que disfrutamos en lo liquido-difuso y que nos gusta renegar cíclicamente. Es cierto que esa necesidad frenética también es capitalismo, ansia consumista (yo trato de resistir esos impulsos, pero si no lo consigo, intento hacer de esa debilidad virtud). De todas formas, es cierto que podemos ser inconstantes con las categorías, con las herramientas, con las estrategias, pero creo que nos mantenemos firmes en el PARA QUÉ (y lo vamos madurando).

    Es probable que la mejor manera de transformar-CAMBIAR el/de sistema sea fomentando la diversidad, la inclusión. Es probable también que hay que tener paciencia, saber negociar y matizar y trabajar-actuar desde lo micro (como una deriva acumulativa quizá hacia lo macro). Pero eso me recuerda a la historia esa de una rana en un caldero de agua a fuego lento, la rana nada plácidamente, se va adaptando al cambio de temperatura, pero a determinada temperatura, muere casi sin darse cuenta. Es cuestión de paciencia. Lo que pasa es que sospecho que el sistema no es la rana, sino el caldero. (CONTINUA)

     
    On 2/26/2011 7:19 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    (CONTINUACIÓN)
    Así, no es un problema de lenguaje, sino de acción. Y de lo que se trata, es que conceptos como “inteligencia colectiva”, “ética hacker”, “transparencia” o “funcionamiento en red” NO DEJEN DE ESTAR AL SERVICIO de una crítica social política, para servir a quienes tratan de fortalecer el sistema imperante. Porque en gran medida, y aunque pueda sonar obsoleto, todo esto tiene mucho que ver con la vieja LUCHA DE CLASES. Y por suerte, el cambio probablemente no vendrá de la innovación ni de la creatividad, sino del malestar, de la revuelta, de la insurrección de quienes diariamente viven y sufren la injusticia (no será una revolución de una clase intelectual burguesa, que no quiere dejar de serlo –a la que imagino que pertenecemos tod*s los que estamos participando en esta conversación-).

    Cuando estos días escucho como se han multiplicado los beneficios, de por ejemplo Repsol y Endesa en 2010 respecto a 2009, y cuando encima eso es un supuesto indicativo de que estamos saliendo de la crisis, siento una nausea que me invade el cerebro, pero no me empuja a la acción directa. Estoy en casa escribiendo sobre ello. Estoy mucho más institucionalizado acomodado de lo que me gustaría ser consciente. Probablemente Repsol y Endesa han implementado importantes planes de innovación, conciliación, RSE… Y nosotr*s trabajamos directa o indirectamente para ell*s, somos colaboracionistas.

    Por eso lo de asustarse, el miedo, lo de ir a las bravas, lo de compartir la esquizofrenia. Que la gente no escucha cuando se le acusa… Pues habrá que hacerles escuchar. Porque nosotr*s nos pasamos el día escuchándoles a ell*s. Más que pensar en empresas, pienso en como se están haciendo escuchar en los países árabes y veo como desde Europa nos hacemos l*s sord*s, porque tenemos muchos intereses económicos en manos de los dictadores. También me fijo en el curioso ejemplo de Islandia, del que curiosamente se habla tan poco en los mediso de comunicación ¿por qué será? (Algo de info que me ha pasado Txelu: http://nosinmibici.com/2011/01/23/2073/ ).

    De todas formas, para no caer en una quizá aparente defensa de la violencia (la violencia siempre es una herramienta con la que sale ganando quien detenta el poder) y para que veas que en realidad estamos de acuerdo en un alto % de lo que decimos (y bienvenidas sean ahí las diferencias), termino cortapegando un fragmento de uno de tus últimos comentarios, abriendo una puerta desde la que seguir trabajando día a día (aunque quizá sólo sea una huída hacia delante): “desarrollar una actitud más proactiva y participativa, o incluso poner la semilla para el afloramiento de un espíritu crítico que se terminará proyectando en otros ámbitos de la vida”.

    Y ahora si, termino. Amalio, creo que deberías mirar desde otro lado a lo que nos referimos con la perspectiva de género. Menos innovación economía abierta y más ÉTICA FEMINISTA… Es curioso, hay términos de los que nunca han intentado apropiarse

     

    Ricardo, gracias por tus interesantes comentarios. Me identifico mucho con lo que dices, y siento que nos estamos escuchando.
    Por cierto, tendría que matizar una cosa. No he dicho que "nunca" haya que "ir a las bravas". Mi comentario iba en el contexto de la jornada a la que nos convocaron. Para los Repsoles, Endesas y la totalidad de los IBEXpoblantes, el único camino que funciona es "ir a las bravas". Eso lo tengo clarísimo. Para los dictadores y abusones que manejan los hilos del poder a costa de nosotros, la unica terapia que funciona es la de la denuncia frontal y sin paliativos. No valen las medias tintas. Con esa gente no me voy a entender, ni me van a escuchar. Pero el contexto en el que nos movimos el otro día no era ese, ni mucho menos. La gente que se apunta, o que acepta ir, a una jornada que se llama "Economía Abierta" (una vez que ha leído o se ha enterado de qué va esto por el informe 20+20) es, en principio, inquieta y sensible a estos temas. Para mí es importante comprender eso. El sistema ya nos plantea desafíos demasiado duros para ir por ahí peleándonos con sectores que son potenciales aliados. "Ir a las bravas" con quien se lo merece, pero en lo demás, tendremos que aprender a gestionar expectativas para que el listón permita que al barrio entre gente buena y diferente.

     

    Buff, en lo que he tardado en escribir, me he perdido el final, ... espero no repetir:

    Interesante artículo, aporta un punto de vista que no comparto pero que también existe ahí fuera, muy bien escrito.

    Creo que usamos las mismas palabras para hablar de esto, pero no trabajamos sobre los mismos conceptos: innovación (y 2.0) no significan lo mismo para ti y para mi (menos mal!! :)

    Desde mi punto de vista, una cuestión clave es donde se entendemos cada uno donde se produce la diferencia de PRESIÓN para que el sistema se mueva y ocurra el cambio:

    Recuerdo uno de tus párrafos: "la explotación de la subjetividad de los trabajadores es perversa, sobre todo si tenemos en cuenta que se ha acompañado históricamente de un deterioro de las condiciones reales de trabajo (precariedad, temporalidad, pérdida de poder de las organizaciones sindicales, etc.). Pero la de la inteligencia colectiva lo es aún más."

    Entiendo que pones el foco en las empresas y, en sus directivos, como motores de la innovación, que "toman" ideas de sus empleados y clientes con las que sacan rentabilidad pero sin entregar nada a cambio.

    Esa es la idea en la que está nuestra principal divergencia:

    1. Para mí, la presión de innovación viene desde los usuarios. Las empresas tienen dos opciones, sumarse o dejarla pasar;
    El papel del experto ha cambiado porque ahora hay tanta información disponible que lo que faltan no son datos, p.e. cuando vas al médico con sangre en la orina ya has buscado previamente toda la información, no es bueno ni malo, es lo que ocurre, el médico puede adaptarse o no. Al final el usuario elige y determina qué tipo de médico quiere. El motor de cambio no es el médico, es el paciente.

    2. La segunda fuente de presión es la de los propios empleados que ven que el sistema no funciona y es mejorable pero, sobre todo, que es mucho más DIVERTIDO pensar que seguir trabajando de modo rutinario.

    En este sentido se da un fenómeno que no es trivial: puedes obligar a la gente a trabajar pero no a pensar, para que las personas piensen solo puede trabajarse sobre la cultura de la organización: disminuyendo el estrés, facilitando la comunicación, permitiendo que la gente se equivoque, facilitando la crítica, … el empuje vuelve a darse como diría Amalio: Down-Up.

    No hay casi nada de esto en el comportamiento clásico de las empresas y por eso creo que, sin quitarte la razón en que estos términos se han usado hasta la saciedad (*1), sí que hay mucho de cambio real en todo esto aunque no pueda ocurrir que, como en el 68, todo se quede en un sueño.

    Un saludo

    Pd. En toda esta cuestión deben integrarse los sistemas de gestión de propiedad intelectual pero eso es otro artículo. Mi opción el mismo sistemas del software libre!

     

    Richi, la pregunta que más me interesa; ¿es la innovación compatible con el procomún o son objetivos antagónicos?
    Para los que defienden que son antagónicos, quería subrayar que hay empresas cuyo único objetivo económico es ser viables para ofrecer un producto o un servicio de forma continuada, y de entre todas estas empresas hay muchas que encajarían perfectamente con las premisas de procomún. Incluso hay empresas que cumplen con todo lo anterior, ( como Smart Projects // Arduino) y además innovan.
    Este tipo de productos servicios, son poco convencionales y por tanto poco demandados, pero en coherencia con la lógica de mercado, , el hecho de ofrecer procomún , puede estimular la demanda de procomún.

     

    Hola

    @María
    Si, claro que entiendo lo que dices. Se que el mundo es un poco mierda muchas veces, y que es un poco triste hablar de ser Cooperativa e irse a China porque sale más barato productir y se paga menos a los trabajadores. Cuando andaba por China pase por el parque industrial en Kushan, y siempre he hablado de eso, de que aquí mucho socio trabajador pero en China unos currantes más, al igual casi que cualquier multinacional. Creo que es un tema complicado. No creo tampoco que sean los malos de la película, están dentro del Sistema, del mercado ( queramos o no, son una empresa con forma jurídica de Cooperativa). Irse o no irse a China puede ser el irse a la calle miles de puestos de trabajo a la calle. Bien o mal, es respetable. Y si, los chinos ganan menos en la fábrica de Fagor que aquí.Como que los españolitos ganaban menos que los alemanes, japoneses o americanos que implantaban fábricas aquí. Pero si, es el sistema que hay, creamos o no en ello. Es una locura, pero pocas veces se habla de las alternativas a todo eso

    Entiendo también lo que dices de que el modelo actual es un sistema insostenible, estoy de acuerdo, a nivel ambiental y social es un desastre

    @Ricardo
    Si, yo tapoco creo que este estilo neoliberal sea el único SISTEMA. Pero creo que a veces que los pequeños cambios los hacemos en el día a día. Hace tiempo que desconfio de las grandes revoluciones o revolucionarios. Y hablar del tema social desde nuestros países suena deluxe, pero el tema es que se suele hacer con el estómago lleno, con pasta en el bolsillo y en la tarjeta de crédito, y eso como me decían en Asia suele ser difernete a ganar 1 euro al día como media humanidad.

    Un abrazo

     
    On 2/28/2011 4:37 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    Diego, no creo que sea incompatible al innovación con el procomún. En realidad pertenecen a dos categorías diferentes, por lo que perfectamente podrían complementarse.
    Simplificando: La innovación son procesos, sistemas, herramientas para el cambio, nuevos productos, servicios, etc. El procomún es un modelo de gobernanza de lo común (o muchos modelos-acuerdos).
    Para avanzar hacia un sistema social donde prime lo público y lo común, sobre lo privado, sobre la propiedad individual, vamos a tener que poner en juego mucha innovación.
    Desde luego, en lo que tiene que ver con producción y empresa abierta, Arduino es un buen ejemplo.

    Iván, Amalio, nos pasamos el día HACIENDO, trabajando desde lo micro, desde la acción en la vida cotidiana, en lo local. De todas formas, PENSAR, DEBATIR, INVESTIGAR, también es HACER (un hacer poco puesto en valor en la actualidad y quizá por eso mismo, mucho más valioso si queremos profundizar y complejizar nuestras acciones).

    Sobre "ir a las bravas" creo que en la jornada del otro día tod*s fuimos muy civilizad*s, probablemente demasiado. Ya sólo permitimos la discrepancia si viene vestida de humor. Y me parece una buena manera, pero no la única. Quizá valga la pena poner encima de la mesa de modo claro y directo los DESacuerdos.

    Juanjo, entendiendo lo de la PRESIÓN, pero para poder hacer presión desde abajo hacen falta mecanismos que equilibren las potencias o si no, una fuente de potencia mucho mayor, porque partimos de una situación bastanet asimétrica. La DIVERSIÓN, con todas sus virtudes, también puede ser rutinaria (cuando no, una simple forma de evasión).

     

    Hola a todos.

    Este es el post que más comentarios ha generado desde que escribo este blog y me da mucha rabia no haber estado más presente en el debate (he estado de viajes y reuniones, lo siento).

    Estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que se están diciendo aquí. Ya sé que me repito, pero parece necesario decirlo una vez más: si no he incluido todas esas matizaciones en mi texto inicial no es porque no las tenga en cuenta, sino porque creo que nos acomodamos demasiado en la ambigüedad para no abordar algunas cosas de frente. Por ejemplo, la proliferación de contratos laborales de mierda, que es como de hecho se relacionan la mayoría de la gente con las empresas para las que trabajan. ¿Es que esto no tiene nada que ver con la transformación de las organizaciones en el contexto de la crisis? ¿Por qué en el informe de la EOI no se dice nada sobre las condiciones reales de trabajo de la gente? ¿Por qué no se les dice a esos flamantes estudiantes de design mangement (o como se llame) que no van a poder pagarse una vivienda en la vida y que no van a tener jubilación ni bajas de enfermedad ni de maternidad ni derecho a ir al médico gratis, por muchos años que trabajen y por muchas ideas super creativas de negocio que tengan? ¿Por qué no se habla de lo que está pasando con las pensiones, por ejemplo? ¿Por qué todo esto se mete en el cajón de “las paradojas” una y otra vez, como si fuera secundario? Es que no es secundario, es fundamental. Ah, es que el sistema es así. Pues si el sistema es así y hablamos de innovación, la innovación tiene que servir, en primer lugar, para arreglar esto. Creo que es una cuestión de prioridades.

    Vamos, que yo no estoy en contra de la innovación. Estoy en contra de una idea de la innovación que pone todo esto en segundo plano, como si no tuviera absolutamente nada que ver con “el cambio de modelo”. Estos temas tendrían que ser el centro del debate, y no esa especie de escenario de fondo difuso e inevitable. Ni es inevitable, ni es difuso. Es muy concreto y es el resultado de decisiones precisas: decisiones legislativas que se toman en marcos de representación política sobre los que tienen mucha influencia las empresas (¿o es que el cambio de las pensiones es una idea que se le ha ocurrido a Zapatero, en la que no ha tenido nada que ver la OCDE?).

    El problema de fondo -y eso lo digo en el texto- es que seguimos creyendo lo que decia Adam Smith: que el libre mercado produce bienestar social, que si a las empresas les va bien, eso es bueno para todos porque generan empleo. Eso es mentira. O es mentira, si no se acompaña de ciertas medidas que aseguren una redistribución de la renta. Pero esa redistribución no se produce automaticamente, hay que legislar para que sea así. Tienes razón Amalio, al final tengo una postura super economicista, pero es que me parece prioritario dirigir los esfuerzos de innovación en esta dirección, para reformular los derechos sociales y el estado del bienestar en el nuevo escenario de desaceleración. Repito: es una cuestión de prioridades. Que los currelas tengan un blog o vayan a trabajar sin corbata o tengan un tobogán en la oficina es secundario.

    A lo mejor las personas que estaban en las jornadas o que han escrito el informe de la EOI están de acuerdo con esto, es muy posible. Pero curiosamente no hablan de ello. No sé si la innovación es o no una burbuja, y la verdad es que me da igual. Pero estoy harta de que en las discusiones sobre innovación no se hable de estas cosas. Si mi texto ha servido para remover un poco el status quo, me conformo.

    Y sobre el tono, que parece que genera muchos problemas: no pasa nada por no ser consensual. La confrontación es necesaria. Es más útil construir relaciones de diálogo partiendo de la diferencia que de una especie de equidistancia a la sueca que oculta las opiniones y los intereses que están en juego realmente.

     

    Bien. Pues parece que se ha acabado el debate. De momento :-) Así que me permito la licencia de decir hasta pronto copiando unas palabras de Javier Gallego, periodista y director del programa de RTVE Carne Cruda:

    No somos un país. Somos unas olimpiadas.

    Esta semana hemos batido todos los records. El último, el de consumo de cocaína en el que somos los primeros de Europa, según un informe de la ONU. Normalmente lo que dice la ONU tiene el mismo valor que un título universitario en España pero, en este caso, debe de ser verdad porque en este país olímpico hasta la cifra de paro parece que toma cocaína, de los subidones que pega y lo acelerada que va.

    Segundo record de la semana: el de parados. Hemos la alcanzado la cifra más alta de desempleados de nuestra Historia, con 4,3 millones.

    Si lo pasas a euros, eso es más o menos lo que cobra un alto directivo de una de las grandes empresas españolas, las que están en el IBEX 35. En 2010, cada uno de estos pobres señores ganó 3,2 millones de euros de media, un 20% más que el año anterior. Tercer record histórico.

    Dirán que han tenido beneficios y es cierto. Pero cuando no los tienen también se suben los sueldos. En 2009, los beneficios de sus empresas bajaron más de un 20%, pero sus sueldos subieron un 15. Así que sus sueldos van por libre: a eso es a lo que deben de llamar “neoliberalismo”. Bien, pues cuando su neoliberalismo agote toda la pasta del sistema, que cobren en parados que de esos siempre va a haber de sobra. En realidad eso es lo que parece que hacen: se cobran su sueldo en parados. Claro, para que ellos se lleven más tiene que haber menos gente a repartir la pasta. Es de cajón. Y de cojones.

    Quizá por eso, mientras el paro sube más que Juanito Oiarzabal, las grandes empresas españolas, los 35 gigantes del IBEX, han batido también esta semana su plusmarca de beneficios: han ganado 49.881 millones de euros, un 24,5% más que el año anterior y 600 millones más que antes de que empezara la crisis. Es el cuarto record histórico.

    En España todo está mal repartido, menos la coca. Y la que se ha llevado la mayor parte del pastel es Telefónica, que ha batido el quinto record de la semana. Ha ganado 10.167 milloncejos de euros en el último año, 30,8% más que en el ejercicio anterior, lo que la convierte en la compañía con mayores beneficios anuales de la historia. Para celebrarlo, van a dedicar 658 millones de esas ganancias para hacer una reducción de plantilla en todo el mundo. Sólo en España se gastarán 202 millones en despidos y prejubilaciones.

    Y mientras todo esto pasa, el presidente del gobierno afronta la situación cara a cara, con valentía… desde Túnez.

    Ha ido allí a apoyar la democracia. A él se le da mejor hundirla. Pero no nos preocupemos que Rajoy viene dispuesto a solucionarlo todo. Esta semana también ha recuperado su idea de echar a los inmigrantes que lleven mucho tiempo en España sin trabajar. Ésta es la gran medida de Rajoy para acabar con los parados: echarlos. Pues si es por lo que curran, él, su partido, el rey y el gobierno, que vayan haciendo las maletas.

    De recortar los sueldos de los directivos, de poner coto a sus prebendas y de obligar a las empresas a un reparto justo de sus ganancias, no hemos oído una palabra ni la oiremos por parte del gobierno ni de la oposición.

    Sólo en una cosa tenía razón nuestro actual presidente. No hay crisis. Lo que hay es un robo de la democracia, de la justicia social y del estado del bienestar por parte del capital.

    Fuente: http://blogs.rtve.es/carnecruda/2011/3/4/no-somos-pais-somos-unas-olimpiadas#c289034

    Hala, a disfrutar.

     

    Hola de nuevo María

    A tu lista podríamos añadir dos records más, o como mínimo mejor marca del año, antes de que se superen en campaña electoral. El de cinismo, con Camps firmando un supuesto manifiesto anticorrupción, y el de estupidez nacional, por un país que, mientras pasaba todo lo que cuentas, ha estado ocupadísimo discutiendo algo tan decisivo como el paso de 120 a 110 en autovías y autopistas.

    Y volviendo a tu artículo y a tu comentario de hace una semana: en la mayoría de cosas estoy de acuerdo contigo. Y es cierto que nos hemos acostumbrado a ver esa degradación de las condiciones de trabajo como algo casi secundario e inevitable.

    Con lo que decía en mi comentario anterior acerca del marketing personal, la confusión de vida privada y profesional, y el punto cool que conviene darle a ciertos trabajos, estaba pensando, aunque no lo dije directamente, en nuestra incapacidad para ofrecer una resistencia efectiva. Y en la dificultad de plantear alternativas, más allá de las de alcance personal. Si a ese cambio cultural le sumamos unos sindicatos apoltronados y la ausencia de opciones políticas con un discurso distinto que generen una mínima confianza, la sensación que tengo es que estamos desarmados.

     

    Hola Alex.
    Ese es el punto, sí, la resistencia. Quiero creer que una de las razones por las que esta nos parece tan imposible hoy, es porque carecemos de un imaginario común (vuelvo al tema de las "narraciones" que me parece fundamental para cualquier forma de acción política). Proponer una alternativa a todo el rollo del fin de la historia y tal, lo de que ya no hay un afuera y lo mismo da una cosa que la otra. Igual también necesitamos problemas más tangibles para ponernos las pilas... Gracias por tu comentario, es genial.