“Quien se jactaría de saber lo que es un resto, y de poder diferenciarlo de lo contrario?” Nadie que escriba, por lo menos”. La frase de César Aira es, en primer lugar, un statement de la vocación literaria. Todo texto está construido, en mayor o menor medida, a partir de fragmentos de conversaciones perdidas, recuerdos inútiles, restos del día”.
El párrafo de Eloy Fernández Porta es a su vez un statement de su propio libro, que me ha acompañado el otoño y con razón lleva por título "Homo Sampler". ¿Y de qué trata? Pues eso: de todo, de nada, de mucho, de todo lo despreciable, de la cultura que nos rodea. Hay reseñas, como esta, que tratan de recorrer la obra. Pero por muy buenas que sean, no se puede. Porque lo bueno no está solo en lo que escribe sino la tupida red de conexiones que teje entre un montón de aspectos del estilo de vida de hoy (cine, comic, literatura, consumo, filosofía, televisión...) y el tono con el que lo aborda, de esos que te retan a cada frase al emocionante juego de Atrápame Ese Subtexto. Y es que como dicen por ahí, “al autor parece importarle muy poco la ignorancia del lector habitual que no tiene por qué conocer este sinfín de referencias desordenadas”.


Esta es una viñeta ("Odio" de Peter Bagge, editado por La Cúpula) que ilustra una de las páginas y da respuesta a la asombrosa pregunta con que el listo de Eloy atrapa al consumidor indeciso en la contraportada: "¿Por qué las mujeres con clase tienen novios grunge"?

Efectivamente, son casi 350 páginas y, aunque divertidísimo y super nutritivo, no es ni fácil ni accesible. Pero es la primera vez que leo una obra de crítica cultural contemporánea escrita por un sujeto realmente contemporáneo y no por un espectador. No es Lipovetsky hablando de la moda enfundado en su traje gris. El Eloy (como dicen los catalanes) es hijo de su tiempo y cuando habla del clubbing o de la coca o de los Beatles de Cádiz o de las tiendas de chuches, se nota que estuvo allí. Según pasaba las páginas, primer pensamiento: ¿pero qué edad tiene este tío? Fácil, lo pone en la portada: 35, dos menos que yo ¡más que yo! (con esto de que me estoy haciendo MILF me hago un lio). Segundo (para no caer en admiraciones erradas): ¿será un pedante en la vida real? Me voy al Youtube, me miro algunos videos. Negativo. O sea que además de ilustrado, el tipo es inteligente de verdad. A mí estas tonterías me alegran el día.

Lo que escribe sobre los restos no sólo es aplicable a su propio obra. También a ese Homo Blogger que, como dice, “sembraba el desconcierto entre los estudiosos del Neolítico Inferior” por su postura “encorvada y alfeñique” en una época en la que sin embargo el “fashion bípedo” hacía furor, lo que llevó a los historiadores a asociar sus “prácticas pseudo-artísticas” (realizadas a golpe de plastidecor y bote de pegamento imedio) con la “Era Preescolar Anal”. Lo que decía: que no es para todos los públicos.

[aquí unos escaneos de páginas de "Homo Sampler"]


Qué descubrimiento, con el lío que tengo cada vez que alguien me pregunta a qué me dedico y yo que siempre había querido ser detective, ahora resulta que sí, que uno es lo que desea al final de todo. Jose Antonio Marina en "La conspiración de las lectoras":
Mermelada & White es una peculiar agencia de detectives filosóficos y culturales fundada por José Antonio Marina, que justifica así su iniciativa: «Entre las variadas figuras en que se encarna la racionalidad, en las que se hace real e impura la razón pura, siempre me ha atraído una, sin duda menor, pero que para mí está aureolada de un prestigio aventurero, literario y cinematográfico. Me refiero al detective, que ejerce una racionalidad práctica y emocionante. Detecta enigmas, husmea, busca información, induce, deduce, seduce y, a veces, hasta adivina.» La especialidad de esta agencia son los casos que por moverse en terrenos poco definidos, exigir saberes múltiples, o vivir entre el pasado y el futuro, quedan descuidados por la investigación académica: «Somos una mezcla de cool hunters y de arqueólogos.»
En la imagen, Adèle-Blanc-Sec, mi heroina favorita, una detectiva que resuelve los casos más dadá del Paris de entre guerras, imaginada por el maestro Tardi. Esta viñeta es la única en toda su carrera en la que enseña las tetas (¡atención primicia!). Ahora están preparando una peli sobre ella pero viendo a la actriz que han cogido yo no iré: una guapa al uso sin un pelo del carisma de Adèle. Además, por lo que se adivina del vestuario, parece que le han cambiado también de momento histórico, cuando lo mejor de sus extraordinarias aventuras es justamente la crítica radical a Francia y sus contiendas, ambientada en un Paris anti-romántico en el que vagabundean cientos de mutilados de la primera gran guerra. Qué le vamos a hacer, así es Hollywood. Menos mal que nos queda el papel.